domingo, 1 de agosto de 2010

El mundo del revés

Siempre se etiquetó, en el cine, en la vida, a los asesinos como siniestros. Hoy, la tele nos entrega todo lo opuesto. Hay un asesino correcto, con destreza, con derecho a matar. Porque mata a los malos que matan a los buenos a quienes la justicia no encierra porque logran zafar con artimañas leguleyas. Aquí es donde irrumpe Dexter, el psicópata simpático.
Estas conclusiones tras de haber visto apenas dos episodios de la primera temporada son, más bien, impresiones que surgen al observar un intento de ser originales. La serie, argumentativamente, es buena. Mantiene el suspenso de un capítulo a otro. Pero en ella subyace una idea de justicia que, parece, es el sueño de las clases medias del mundo que conocemos.
En Argentina se vive un debate, desde hace años, que, alentado por los medios, no deja de tener actualidad. La falta de seguridad y la aparente desidia de la justicia para aplicar penas a los delitos violentos. El núcleo duro de la clase media, las clases más acomodadas y gran parte de las capas más vulnerables y expuestas a la violencia piden mano dura, más policías en las calles, baja de la edad de imputabilidad. Para este espectador está Dexter. Quien, de algún modo, vendría a personificar a un nuevo héroe justiciero. Es un asesino, sí, pero mata a quien mató, “porque el que mata tiene que morir”. El personaje es alguien vacío de sentimientos, que finge tenerlos y lo logra bastante aceptablemente, hasta tiene una novia y una hermana a quienes jamás mataría. Además tiene un trabajo, forense en la policía de Miami, en el que obviamente se destaca.
Este mundo ficcional de Dexter nos entrega otro detalle. En esta serie, políticamente correcta, los jefes son latinos y negros. Un buen intento de dejar de lado estereotipos, sin embargo los protagonistas siguen siendo blanquitos. Asesinos, pero agradables.