viernes, 29 de julio de 2016

Azul

Una vez más el placer de tomar las rutas bonaerenses, y cortar campo hasta alguna localidad de nuestras pampas. La Riccheri, la autopista Ezeiza-Cañuelas, hacer el zigzag en Cañuelas que pasa por una especie de castillo abandonado que anuncia desde hace años birra y pizza por 3,50 $ justo donde tomás la Ruta 3. Nuestro destino, esta vez, la ciudad de Azul.
Llegamos la noche del domingo 24 de julio, tomamos las reservas que teníamos en el Gran Hotel Azul, y salimos a buscar dónde comer. La búsqueda no arrojó resultados, pero pudimos dar un breve paseo en auto dentro del Parque Municipal Domingo Faustino Sarmiento y una caminata por la particular plaza General San Martín. Finalmente cenamos en el hotel. Estaba fresco pa’ chomba, buzo y camperón con capucha.



Corredor Ruta 80

El lunes por la mañana nos propusimos ir a Boca de las Sierras. El mismo está sobre la Ruta 80, que une la Ruta 226 con la localidad de Pablo Acosta. Ese trayecto es especial para explotarlo turísticamente. En pocos kilómetros están Boca de las Sierras, el Monasterio Trapense y el Viejo Almacén en Pablo Acosta.
En Boca de las Sierras hay unas esculturas de Regazzoni representando un malón. El parque, de administración municipal, estaba cerrado (calculo que por ser invierno), pero entiendo que allí se puede practicar senderismo.




A un par de kilómetros de allí, está el Monasterio Trapense, que es una cápsula de tiempo. Entramos y los monjes estaban rezando y cantando. Era como estar dentro de una iglesia en la Edad Media. Los monjes se levantan 3:30 y se van a dormir a las 19:30. Viven de lo que producen. En la portería se vende miel y tortas galesas, entre otras cosas.




El corredor terminaría en Pablo Acosta, donde Viviana y Fabián te reciben con gentileza en el Viejo Almacén.





El Viejo Almacén, Pablo Acosta

Pablo Acosta, nos cuenta Viviana, es un pueblo de apenas 28 habitantes. El centro de la vida del pueblo pasa por El Viejo Almacén, el emprendimiento que junto a su marido Fabián iniciaron una década atrás. Era lunes por la mañana, hacía frío, y hasta ahí habíamos llegado con Laura. El lugar estaba cerrado, pero al asomarme noté movimientos y nos abrieron. Allí tomamos el café de filtro más rico en un buen tiempo. El local está decorado con viejas pubicidades, y motivos camperos. Un empleado alimentó con más leña la salamandra que daba más calidez al lugar. Viviana nos mostró el salón contiguo, que en los fines de semana funciona como restaurant, donde la especialidad son las picadas con los salamines que elabora el mismo Fabián. El domingo, nos cuenta, atendieron a más de 100 persona. Llega gente de todos lados los fines de semana. Atrás de El Viejo Almacén hay dos cabañas para quienes quieran pasar la noche en el lugar.




Le preguntamos a Viviana por una construcción grande que se ve al entrar al pueblo y nos cuenta que esa era la embotelladora de agua mineral. “Por acá abajo hay un manantial, el agua es riquísima, es la misma que nosotros tenemos de la canilla. La embotelladora tuvo que cerrar porque no se puede competir con las grandes marcas”. En ese momento llegó Fabián, quien venía de limpiar las cabañas, y nos saludó con la misma amabilidad de Viviana. Antes de irnos pedimos un vaso de agua, y sí, estaba riquísima. Con Laura nos prometimos volver algún fin de semana a probar las picadas con alguna cerveza artesanal.





Salamone

De nuevo en Azul, yo quería conocer la fachada del cementerio. Yo ya había visto algún trabajo de Francisco Salamone en Saldungaray, en Tornquist, en Rauch, pero la entrada del cementerio de Azul, con su Ángel Vengador custodiando la entrada y el monumental RIP en mármol negro, es imponente.
La entrada al Parque Municipal Domingo Faustino Sarmiento también está intervenida con dos torres de Salamone. 






Y por último, la Plaza San Martín, ubicada frente a la catedral de estilo gótico, se destaca por ser única en su género. Francisco Salamone la pensó hasta el último detalle. Desde las luminarias y los bancos hasta la fuente con a estatua equestre del Padre de la Patria. Sus baldosas con guardas onduladas negras, grises y blancas, ordenadas simétricamente dan la sensación de estar caminando sobre un suelo con relieve ondulado. Algunos caminantes incluso se marean al caminarla. Vista desde arriba (yo no pude entrar a la torre Millenium para tomar una foto desde allí, pero sí lo hice desde el cuarto piso del Gran Hotel Azul) la plaza parece ser una pirámide que culmina con la estatua de San Martín en su cima.





Azul, ciudad cervantina

Desde el 2007, Azul fue declarada ciudad cervantina. Y desde entonces cada año se organizan eventos académicos alrededor de la figura del autor del Quijote. Además, en Bartolomé Mitre y Catriel, frente al arroyo Azul, hay esculturas del Don Quijote, Sancho Panza, y Dulcinea, realizadas por el artista Regazzoni, quien para muchos es un genio, y para otros un ladri que con chatarra hace esculturas. Desde esa misma plaza también se ve un mural quijotesco de Miguel Rep.






El potencial turístico de Azul es inmenso, el corredor de la Ruta 80, la huella de Salamone, Azul ciudad cervantina, hacen de esta ciudad un destino atractivo para cualquiera.



martes, 26 de julio de 2016

Bicentenario en San Pedro

El fin de semana del Bicentenario escapamos a San Pedro. Nos alojamos en el Barrancas Hotel, un apart cómodo y accesible. Teníamos viernes, sábado y domingo.



Lo primero para destacar es el fortuito descubrimiento de un postre de origen mallorquí, la ensaimada. Y, hete aquí, que San Pedro es la capital nacional de la ensaimada. Es una masa suave, con grasa de cerdo, que se hornea en forma espiralada, y luego se rellena con crema o, como corresponde a nuestras pampas, dulce de leche. Es bien suave, se te desarma en el paladar, y su sabor es dulce sin llegar a ser empalagoso. Una delicia. En San Pedro se consiguen en varios lados, pero los dos puntos más importantes son La Ensaimada, Mitre y Boulevard Moreno, y La Perla, a cuadra y media del otro en Mitre 945. Tanto a Laura y a mí nos gustó más la ensaimada de La Ensaimada. Así que si andás por San Pedro, además de naranjas, quesos, salamines, y jaleas, no podés dejar de pasar por ahí y degustar una ensaimada o llevarte algunas para regalar, te aseguramos que quedás re bien.









Luego visitamos el Buque Museo ARA Comandante General Irigoyen. Estábamos fuera de horario, pero igual pudimos recorrerlo gracias a la amabilidad del cuidador. Por la noche cenamos una parrillada en La Querencia, no fue el mejor asado de mi vida, pero bien.



El sábado, 9 de julio de 2016, a doscientos años de nuestra Declaración de Independencia, queríamos vivirlo en un lugar donde se respirara orgullo por nuestra Independencia (todavía no sabíamos que Macri esa misma mañana diría desde Tucumán que los congresales de 1816 “sentirían angustia de separarse de España, querido rey”). Así que enfilamos por la mañana al sitio en el que el 20 de noviembre de 1845 se defendió con bravura nuestra soberanía, Vuelta de Obligado. Allí, aparte de un renovado museo que rescata la memoria de esa batalla, está emplazado un grandioso monumento inaugurado por Cristina el 20 de noviembre de 2010. Sobre una gran estrella federal hay una escultura que simulan las cadenas que bloquearon el paso de la flota anglofrancesa y la efigie de Juan Manuel de Rosas. Es una visita que vale la pena.





Después de Vuelta de Obligado hicimos una pasada por la localidad de Gobernador Castro y enganchamos un desfile tradicionalista por el Bicentenario.















Por la tarde, nuevamente a degustar ensaimadas con un café. Y luego visitamos el Museo Histórico Regional “Fray José María Bottaro”. El lugar está bien, aunque tal vez un poco desordenado. Allí se puede ver, entre otras cosas, la pintura original del escudo del Partido de San Pedro, y la bandera de la Confederación Argentina que nos representó en la Batalla de Obligado.















No nos quedaba tiempo para más museos, que los hay bastante, y además –por si fuera poco- Laurita se esguinzó al caer en la vereda rota al salir del Museo Histórico Regional. Visita al hospital de San Pedro para quedarnos tranquilos, y a la farmacia para comprar una venda elástica. El sábado lo terminamos cenando en La Mulita, un restó que está en el Hotel San Pedro Palace. Cenamos bien, pero el tiramisú, según Laura no era tiramisú, sino crema con vainilla si nada de café.




El domingo emprendimos el regreso. Primero, obviamente, pasamos por La Ensaimada. Luego, camino a Río Tala compramos salamín y queso para una picadita, y naranjas en almíbar. Paramos a almorzar en una parrilla de Río Tala, que recomiendo con ganas: Los Abraham. Sistema de parrilla libre, chori, morci, chinchu, riñón, cordero, pollo, asado, vacío, y si te da el cuero podés seguir.


lunes, 18 de julio de 2016

Montevideo, cuarto día

Último día en Montevideo. Por la mañana salimos de nuevo a recorrer en auto la ciudad. En esta ocasión nos fuimos hasta Carrasco para conocer, a pesar del frío, este barrio de playas sobre el río. Regresando para el centro paré en una vinería para llevar unos Tannats. El Tannat es a Uruguay lo que el Malbec a nosotros. Otra uruguayada que quería probar era el postre Chajá, por suerte en Buceo hay una sucursal de esta franquicia nacida en Paysandú y ahí pudimos probar el famoso postre, mucho dulce, mucho merengue, muy recomendable.
De regreso al hotel paramos en la Intendencia tomamos más fotos de Montevideo desde su mirador.
A la tarde hicimos la visita guiada al Teatro Solís. Es un paseo que vale la pena. Por la noche vimos la obra Los heridos, en una de las salas del Solís, no en la principal sino en la blackbox.
















La noche la terminamos a asado en La Pulpería, una parrillita que si visitás Montevideo no podés dejar de visitar.