El
domingo 22 de mayo estaba fresco y nublado. La idea era hacer el recorrido del
bus turístico y la Feria Tristán Narvaja, así que después del frugal desayuno
del Orpheo Express partimos al punto cero del recorrido, que era justo enfrente
de la aduana, en la Ciudad Vieja. El costo del boleto era 25 u$s por sabiola,
pero no contaban con que yo ya tenía memorizado el recorrido y estaba al
volante del Clio.
Hicimos unas cuadras, y tomamos por Florida a la derecha. Se destacaba la
silueta del Hotel Radisson, justo enfrente de la primera parada, la Plaza
Independencia. Seguimos el recorrido por la 18 de Julio, pasamos por la
Intendencia y luego Constituyentes, Rodó y Minas hacia 18 de Julio otra vez, y
luego sí a la izquierda hasta la Avenida Uruguay. En Minas y Rodó nos topamos
con unos coloridos murales de escritores latinoamericanos: Cortázar, Galeano,
Neruda, Benedetti, y otro que no saqué.
Ni bien
doblamos en la Uruguay estacionamos y nos recorrimos de punta a punta la Feria
Tristán Narvaja la que, como leí en una semblanza tripadvisera, es una
explosión de colores. La calle Tristán Narvaja son siete cuadras entre 18 de
Julio y La Paz, y cada domingo a lo largo de esa calle y en las aledañas se
emplaza esta feria en la que podés comprar libros, ropa, fruta, long plays, y
la ruedita de un lavarropas viejísimo, un juego de copas de cognac de hace dos
siglos, especias de todo tipo, fotografías del año que pidas, y un de todo
inmenso.
A lo largo de la feria, y en cada lugar de Uruguay me animaría a decir,
la música está a cargo de sus cantautores. Adonde vayas tenés de fondo a
Zitarrosa, el Sabalero, Estramín, Jaime Roos, o algún otro que no conocíamos.
Una maravilla. Compramos remeras para regalar y un par de libros, entre ellos
Montevideanos, de Mario Benedetti, cuentos de la cotidianeidad montevideana de
mitad de siglo XX narrados a la Joyce. Así que si visitás Montevideo es
obligatoria la visita dominguera a esta feria, una verdadera explosión de
colores y de aromas.
El recorrido siguió hasta el Palacio Legislativo, fotito de rigor, y de
ahí a almorzar al Mercado Agrícola: unos chivitos en Lo de Pepe, beshesa. Luego
tomamos la Avenida Agraciada, que es la que te lleva al Prado, un barrio
bastante cajetilla. Fotitos en el Monumento a la Diligencia y seguir el tour.
Cruzamos el hermoso parque que es el pulmón de este coqueto barrio y nos dirigimos
por Suárez hasta el Bulevar General Artigas. El Bulevar tiene un giro a la
derecha justo en el Monumento a Luis Batlle Berres, y seguimos por el mismo
hasta el Obelisco a los Constituyentes que, como aprendí de Tiranos Temblad,
visto desde arriba es nada más ni nada menos que un mate.
Ya estábamos a las puertas del Parque Batlle, es decir a metros del
Estadio Centenario. Cruzamos este otro enorme pulmón de la ciudad y rodeamos el
legendario estadio en sentido horario. Algunas emociones mezcladas te produce
estar en la puerta de ese templo del fútbol. Por un lado eso, estar en un
templo, por otro, en ese templo nos ganaron la primera final de un mundial.
Y así llegaba la última etapa del giro a Montevideo. Desde Buceo por toda
la Rambla hasta el punto de partida atravesando los barrios de Pocitos y Punta
Carretas hasta rodear nuevamente la Ciudad Vieja.
Fue un domingo agotador, entre la caminata por la Tristán Narvaja y la
recorrida en auto alrededor de Montevideo con Laura quedamos molidos. Volvimos
a nuestra acogedora alcoba del Orpheo, y esa noche cenamos en el hotel.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario