jueves, 15 de junio de 2017

Malargüe

Malargüe es el departamento más sureño de Mendoza, tanto es así que en la actualidad es considerado parte de la Patagonia. Además, es la única región de la provincia donde no se produce vino.
Llegamos tras una gran semana en San Rafael al valle de Las Leñas. Un viaje apacible por la RN144 y la RN40, pero el tramo de la 222 es un verdadero desastre. Increíble que la ruta que te lleve al centro de skí más importante del país sea literalmente una seguidilla de pozos en toda su extensión. Paramos en el Pozo de las Ánimas y nos maravillamos, pasamos de largo la Laguna de la Niña Encantada, pensando pasar en otro momento, sin saber que no iba a poder ser. Llegamos al Apartur Hotel, Las Leñas es un lugar desolado en verano, la idea era ir y venir a Malargüe, pero no contábamos con lo desastroso de la ruta. Esa noche dormimos en el hotel sin saber si seguiríamos allí toda la semana o partiríamos a Malargüe. Yo era de la idea de quedarme, la semana estaba paga. Laura, en cambio, prefería perder la plata y rajar de esa desolación.
En principio, visitaríamos Valle Hermoso y después definiríamos. Un hecho fortuito nos dio la posibilidad de “mudarnos” a unas cabañas en Malargüe. Después de hacer un largo y sinuoso camino de ripio llegamos la Valle Hermoso, que -como su nombre lo indica- es hermoso: luego de manejar un buen rato a través de los Andes, divisás desde la altura una laguna azul y más formaciones rocosas. Un rato más y llegás a un lugar en el que por un módico precio podés pasar el día. Hay botes para remar por el lago, caballos para cabalgar, y la posibilidad de comerte algún chivito o cordero, al disco o a la parrilla. Optamos por un chivito al disco, acompañado de un buen tinto. Ah, el hecho fortuito: la silla de Lau se rompió, con tanta mala suerte que se le incrustó un clavo en la pantorrilla. Se hizo una herida bastante profunda. Por suerte, había gente de gendarmería con un botiquín y le hicieron las primeras curaciones. Pero como mi compañera es bien guapa, se la bancó hasta la sobremesa. Volvimos a Las Leñas y le hicieron cinco puntos de sutura y nos sacaron 5 gambas (la única obra social que tenían era OSDE). Pero esa herida pedía con urgencia una antitetánica, y en esa salita casi desierta en enero no había posibilidad, había que ir al Hospital de Malargüe. Lo que en otra situación hubiera sido un garrón, para nosotros se convirtió en nuestra salida de Las Leñas, a la que habíamos caído en pleno enero pensando que iríamos y vendríamos con facilidad a cualquier parte del departamento, algo que por el estado de la ruta y las distancia sería imposible. La emergencia médica y la buena voluntad de la gerenta del Apartur hizo que nos decidiéramos comunicarnos con la empresa Despegar y nos hagan la devolución de los seis días restantes. De ese modo pudimos huir de Las Leñas y alojarnos en las Cabañas Caligüe, a metros de la RN40, por la calle que choca contra el Malargüe Hotel. Si anduviste por ahí, apenas entrás a la ciudad desde el norte, a la izquierda.
Ahí realmente empezó nuestra semana mágica en Malargüe, el único departamento mendocino que no tiene viñedos, pero que en cambio cuenta con bellísimos escenarios naturales y una de las mejores parrillas del país.
La ciudad es atravesada de norte a sur por la 40, allí llamada Avenida San Martín. Si avanzás en dirección sur, a unas cuadras del hotel ya mencionado hay, a la derecha y a la vera de la Secretaría de Turismo, un reloj grande con arreglos de luces y la fecha del día. Detrás de turismo, medio escondido se encuentra un Centro de Convenciones digno de una ciudad del primer mundo. Y cuando digo escondido quiero decir exactamente eso, está prácticamente bajo tierra y uno no cobra dimensión de su amplitud hasta haber ingresado por varias de sus salas. El Centro de Convenciones es una representación de la Caverna de las Brujas, uno de los atractivos de Malargüe que también pudimos visitar. Más adelante, a la izquerda, está la plaza principal, que con sus desniveles e inclinaciones representa al Payún Liso, uno de los volcanes de La Payunia, una región con alta concentración de volcanes y que se extiende hacia el sur y al este del departamento. Más adelante, en uno de los cruces céntricos, hay una torre con reloj en medio de la avenida que también es una de las fotos típicas de la ciudad. Al final de avenida está el aeropuerto. Malargüe también cuenta con un planetario de excelencia y un centro de investigaciones.
A unos 20 kilómetros al oeste de la ciudad están los Castillos de Pincheira, una formación rocosa bastante particular, que semeja a una fortaleza y parece una forma trabajada por la mano del hombre y no consecuencia del viento y del agua. La única manera de ir es pagando una entrada a un parque privado. No hay manera de alcanzar el lugar si no es pasando por allí. Creemos que debería estar la alternativa de llegar sin ser cautivo de un emprendimiento privado.
La excursión a La Payunia dura todo el día, es un poco cara, pero vale la pena. Sólo se puede ir en vehículos autorizados. Entrar a la Payunia es como pisar marte. Es una amplia región con una alta concentración de volcanes. Se pueden apreciar marcas de lava de distintas erupciones, visitar la boca de un volcán, ver a la distancia otros, y tomar unas fotos maravillosas.

Malargüe es un gran lugar para visitar. Por último, no se puede dejar de visitar la Parrilla El Chuma: el mejor chivo malargüino.

lunes, 27 de marzo de 2017

San Rafael

Y finalmente llegó la hora de volver a la Tierra del Sol y del Vino. Mendoza capital, Luján de Cuyo, y el Aconcagua quedarán para otra visita. Nuestro destino es San Rafael. Con precio accesible y en cómodas cuotas teníamos -a través del área de turismo de SUTEBA- seis días y cinco noches en las Cabañas Villa Maríaflorales.



En el kilómetro 665 de la RN 144 se encuentra este complejo turístico, a medio camino del centro de San Rafael y el Valle Grande. Cuenta con cómodas cabañas para dos, cuatro y más personas. Hay un comedor donde nos preparaban unas ricas cenas ya incluídas en el paquete. Y además de quincho y parrillas, tiene una piscina para refrescarse y tomar sol.


A media hora de auto por la RP 173 está el Valle Grande. Desde unos 10 km. antes del dique comienza la sucesión de ofertas de turismo aventura (rafting, cool river, kayaks, doki, tirolesa y otras). Elegimos SaintJoseph-Amauta Pacha, ya que allí una vez realizada una actividad te podés quedar todo el día y disfrutar de las amenidades del lugar. La experiencia de rafting fue divertida. Éramos seis personas más el instructor, y recorrimos un buen tramo del Río Atuel a lo largo de sus rápidos. También nos pudimos tirar al agua en una parte tranquila del recorrido (escribir esto me hace recordar la frescura del agua y me dan ganas de estar ahí). Ese mismo día intentamos el Cool River. Esto ya no resultó tan divertido. Te dan un gomón, del tamaño de un almohadón, del que te agarrás y tenés que hacer el mismo recorrido agarrado de ese adminículo y pataleando. La actividad requiere esfuerzo físico y algo de destreza en el agua. Laura la venía llevando bien, pero yo no lograba mantenerme en la trayectoria que nos indicaba el joven guía. A tal punto, que a mitad de recorrido dio por terminada la actividad ya que según él se estaba tornando peligrosa para mi integridad física. Me fui del lugar con un sabor agridulce. Por un lado, había disfrutado el rafting, pero claro, ahí era más bien el instructor el que guiaba el gomón mientras nos indicaba cómo remar. Por otra parte, patalear en un río de aguas frías sin poder mantener la trayectoria y tratando de esquivar piedras y que el instructor te saque del agua es algo bastante embarazoso. Pero como soy caprichoso, volvimos a los dos días, le conté mi experiencia a otro de los instructores y le dije que sea un poquito más paciente que el primero y nos haga completar el recorrido. Esta vez, con mucha paciencia nuestra, pero más del instructor, lo logramos. Lo logramos, disfrutar es otra cosa.
La semana iba pasando con días soleados. Mucha pileta y paseos. Recorrimos los veintipico de kilómetros del cañón del Atuel, un serpenteante ripio entre el dique del Valle Grande y la represa el Nihuil. Apenas vi esa obra de ingeniería me dije para mí mismo: “esto, seguro, lo hizo Perón”. Cosa que comprobé luego en Wikipedia. Era impresionante el viento en El Nihuil. Volvimos a San Rafael por la RP 180.




Otro día visitamos Los Reyunos, otro lugar de impresionante belleza. Allí hice -ante la insistencia de Laura- tirobangee, que es tirolesa, pero atado como para banjee jumping. La onda es cruzar el lago colgado a… no sé, 200 ó 300 metros de altura. Se tiró Laura, perfecto; se tiraron unas pibitas, perfecto. Me tiré yo y faltando 15 metros me freno. Dicen que porque cambió el viento. Yo no sé por qué, pero colgado ahí mientras me venían a rescatar tuve tiempo de mascullar dos, tres y más puteadas. Quién me manda. Para peor, Laura diciendo que tuve suerte, que ojalá a ella le hubiera pasado de quedarse colgada ahí.






La semana en San Rafael fue grandiosa: excelente la atención en las Cabañas Villa Maríaflorales, los paseos por la hermosa geografía del lugar, la visita a Bodegas Bianchi, a la Villa 25 de Mayo, al Laberinto de Borges, a la ciudad. La semana siguiente estaríamos en Las Leñas, pero hay un pequeño detalle que no la hacía prometedora, estábamos en pleno enero.



lunes, 20 de febrero de 2017

Pukarainca

Llegó la hora de volver a cruzar para este lado. El 6 de enero dejábamos la casita de Los Almendros y al mediodía siguiente entrábamos a la Cabaña Maríaflorales en San Rafael. Una idea era pasar por las Termas de Cacheuta, donde Laura quería hacer puenting, pero entre tanto trajín y espera para cruzar decidimos parar en Uspallata.

A 14 km. de la rotonda de Uspallata hacia el norte por la RN 149 se encuentra el Hotel Pukarainca, un hermoso hotel en medio de ese valle y rodeado de los Andes para donde mires. Allí descansamos, usamos su pequeña pileta, cenamos en su restaurante, y al otro día partimos a San Rafael.





martes, 14 de febrero de 2017

Valparaíso

Hay algunos lugares con los que uno conecta en seguida. Me pasó en Potosí, en Montevideo. Me pasó manejando de Porto Alegre a Uruguaiana, cruzaba el sur de Brasil y sentía que cabalgaba nuestra Pampa. Y me pasó -ya van dos veces- en Valparaíso. Soy porteño, del gran puerto del estuario del Plata, y siento a Valparaíso como un puerto espejo de Buenos Aires, allá lejos en el poniente y con tanta personalidad como Buenos Aires.






Dos veces pisé Valparaíso, en ambos casos estuve apenas unas horas, pero no importa porque el amor a primera vista existe. En el no tan lejano 2010 estuve en su centro histórico, ascendí en funicular, y comí congrio en el Mercado Cardonal



















En esta ocasión, fuimos directo a La Sebastiana, la casa que el poeta Pablo Neruda tenía en Valparaíso. Una casa colgada en uno de los cerros con una vista espectacular de la bahía y del resto de la ciudad. La visita a la casa vale la pena, ya que en sus cuatro plantas uno revive la vida del poeta y conoce parte de la historia de Chile. A la salida de La Sebastiana y tras la obligada sesión de fotos y compras de recuerdos en los puestos aledaños, nos dirigimos al Mercado Cardonal, donde saboreé un potente caldillo de congrio, que era justamente la comida favorita de Pablo Neruda.




lunes, 6 de febrero de 2017

Reñaca

Reñaca es un buen lugar para veranear. Es Viña y a la vez no es Viña. Es Viña porque está dentro de los límites del municipio, pero es otra cosa ya que está unos cuantos kilómetros al norte. Alejada del centro, pero a 20 minutos de auto, y a media hora de Valparaíso. Es una localidad principalmente turística, y cada verano es invadida por miles de mendocinos (los más chilenos de los argentinos).



En mi caso es la segunda vez que visito sus playas. Me encanta la postal de las construcciones en terraza frente al mar, y me encantan sus atardeceres, ver cómo el sol desciende de a poco en el Pacífico. Nos alojamos en una casa que conseguimos a muy buen precio por AirBnB en el sector Los Almendros, a unos minutos de auto de la playa, ubicada en la cima de un cerro, un barrio tranquilo y muy lindo.



Estacionar sobre la Avenida Borgoño era tarea difícil, y de lograrlo, había que pagar (3000 cls a la mañana y otros 3000 a la tarde, gamba y media nuestra para todo el día). La opción económica era dejar el auto a un par de cuadras. En la playa podías alquilar reposeras y sombrilla de paja para todo el día a 3000 (75 $Ars) cada ítem.
Nos quedamos desde el 31 de diciembre hasta el viernes 6 de enero, a puro sol y playa. El martes 3 fuimos a Santiago y le dimos un lindo golpe al Costanera Norte de Providencia. Otro día fuimos a Valparaíso, visitamos La Sebastiana y almorzamos en el Mercado Cardonal. Tuvimos buen clima los seis días que permanecimos allí, así que pudimos disfrutar sus playas a pleno. Bah, a pleno es una manera de decir, ya que si te referís a tomar sol toda la tarde sí, pero de meterse al mar, eso ya es más complicado. Todas las playas de Viña, o casi todas, tienen un cartel que advierte que no son aptas para bañarse. El Pacífico de pacífico sólo tiene el nombre. Apenas te podés meter uno o dos metros en el mar, si no te sacan las olas, te sacan los guardavidas.















 Claro que fue una estadía espectacular. Vimos el tradicional show de fuegos artificiales de año nuevo en las costas de Valparaíso, Viña y Concón, mucho sol y playa, compras a precios increíbles, visita a Valpo, caldillo de congrio, vinos chilenos y paisajes de postal.

lunes, 30 de enero de 2017

Fin de año en Viña

A finales de la década de 50 un médico porteño comenzó con la tradición de celebrar la llegada del año nuevo con un show de fuegos artificiales en las costas de su ciudad. Hoy, la costumbre continúa y se extiende desde Valparaíso a Concón.

Con Laura tuvimos la suerte de estar en Reñaca el último 31 de diciembre y pudimos apreciar ese majestuoso espectáculo que duró más de 25 minutos con unos ocho puntos de lanzamiento en el Pacífico.





jueves, 26 de enero de 2017

Nuestros cruces de Los Andes

Cuando en 2010 viajé a Chile y veía la cordillera desde el avión me dije que algún día cruzaría Los Andes en auto. Finalmente, este año pude hacerlo. No una, sino cuatro veces.
El 30 de diciembre de 2016 nos encontrábamos en la ciudad de Mendoza. Habíamos viajado durante catorce horas y la idea era pasar la noche en el Hotel Mayo y cruzar el 31, pero al enterarnos que había entre 6 y 8 horas de espera en el Paso Los Libertadores tras una siesta en la calurosa ciudad, cenamos algo rápido y partimos. Llegamos a las 2:00 am a la aduana chilena vestidos para la playa. Allí, a más de 3000 msnm, la temperatura baja muchísimo. Recién pudimos continuar el viaje a las 8:00 am. Tras bajar las casi treinta curvas de Los Caracoles, en un par de horas estuvimos en Reñaca.




 El sábado 7 de enero entrábamos en las Cabañas Mariaflorales de San Rafael, así que el volvimos a cruzar, no hubo que esperar tanto esta vez. Pudimos ver el lado argentino de día, aunque me pasé de largo el mirador al Aconcagua.





Luego, ya en Malargüe, nos dieron ganas de volver a cruzar, pero esta vez por el Paso Pehuenche. El martes 17, tras visitar la Caverna de las Brujas, encaramos para Las Loicas, donde está la aduana argentina, seguimos por la ruta nacional 145 -que está impecable y tiene unos paisajes hermosos- y volvimos a cruzar. La espera en la aduana chilena fue de una hora y cuarto más o menos. El camino a Talca por la 115 es inmensamente bello. A apenas unos pocos kilómetros de la frontera aparece la Laguna Maule, gigante, azul, imponente. Luego la ruta va costeando el Río Maule que desemboca en otra laguna antes de llegar a un pueblo que se llama San Clemente. Ya a esa altura las montañas dejaron de ser rocosas y ostentan el verde profundo de sus bosques de pinos. Dos horas lleva el viaje desde el cruce a Talca. La ciudad no es gran cosa. Pasamos la noche en el Hostal Pehuenche, y al día siguiente, después de comprar algo de ropa hicimos nuestro cuarto cruce de Los Andes disfrutando de nuevo la belleza de uno y otro lado de la frontera.