jueves, 7 de octubre de 2010

Vargas Llosa, Nobel de Literatura, alguna vez escribió Los Cachorros

Más allá de sus opiniones políticas actuales, el escritor peruano Mario Vargas Llosa hace rato hizo méritos suficientes para este premio. Siendo yo muy joven quedé impactado con su cuento largo Los Cachorros y me puse a escribir el siguiente análisis (yo pensaba que era un análisis literario pero no es otra cosa que una recreación de la historia con algunas opiniones mías sobre el cuento).

De todos modos, aquí lo transcribo para quien quiera leerlo


Introducción

De los trabajos de Vargas Llosa que he leído (Los jefes, Los cachorros, La casa verde, Pantaleón y las visitadoras, ¿Quién mató a Palomino Molero?) es justamente el cuento largo que es motivo de este análisis el que más disfruté leyendo. El principal motivo de esto sea tal vez que fue el primer cuento que leí del autor peruano. Pero con el paso del tiempo y varias relecturas debo confesar que Los cachorros es, a mí criterio, uno de los mejores cuentos de los escritores del boom junto con El perseguidor de Cortázar.
Por supuesto, junto con el disfrute personal por la lectura de este cuento existen otros elementos que hacen a Los cachorros una verdadera muestra de maestría en el arte de contar historias. Su peculiar estilo narrativo, la originalidad de la trama, y la habilidad para, a través de esta trama, describir a la sociedad miraflorina son algunos de los elementos que hacen a este cuento magistral. Elementos que intentarán ser analizados en este trabajo.

Una historia contada a coro

Comencemos diciendo que las historias que se cuentan en Los cachorros son más de una. La principal o, mejor dicho, la que está más a la vista del lector, la que abarca a las demás, es la de Cuellar. La historia de Cuellar es la historia de su accidente y de las consecuencias del mismo en él, en su familia, y en su grupo de amigos. A partir de esto se cuenta paralelamente la historia de la clase media alta de Lima afincada en el barrio de Miraflores. El lector es testigo de la vida estudiantil de los miraflorinos, sus vicios y virtudes, y su transformación en lo que se espera de ellos: personas no muy diferentes a sus padres, con títulos terciarios, trabajos seguros, casas de fin de semana e hijos que estudian en los mismos colegios tradicionales que ellos y sus padres.
¿Quien se encarga de narrarnos todo esto? Es muy probable que el autor se haya hecho esta pregunta también. Y es muy probable también que la haya escrito y reescrito un gran número de veces narrada desde distintos puntos de vista. Tal vez narrada por el mismo Cuellar, por su familia, por algún amigo suyo, o por algún narrador omnisciente incluso. Pero Vargas Llosa decide finalmente que esta historia sea narrada por el grupo de amigos de Cuellar. Y cuando decimos grupo nos referimos a éste como ente. Sus mejores amigos son Lalo, Mañuco, Choto y Chingolo, pero no es la voz de ninguno en particular la que oye el lector, sino la voz de todos como grupo. Esto el autor lo logra pasando de la primera a la tercera persona constantemente y pasando del punto de vista de uno de los muchachos a otro, cuando marca que es uno de ellos el que dice algo, sin ningún tipo de convención.
Por lo tanto parece acertado decir que la historia de Cuellar es contada por sus pares y que es contada a coro.

Cuellar, un niño feliz

En el primer capítulo de este cuento se muestra a un Cuellar seguro de sí mismo y totalmente integrado a pesar de ser el último en llegar al grupo. Llega al colegio Champagnat en 3er año y se integra sin problemas con sus compañeros, se destaca en los estudios y le gustan los deportes, especialmente el fútbol. Sus compañeros lo aprecian a pesar de ser medio "chaconcito" ya que es buena gente. Es el que más propina obtiene de sus padres y comparte las golosinas con sus compañeros. Sus padres son bastante estrictos, no le permiten ir a jugar al fútbol después de la salida del colegio aunque él se muere por ir; él, obediente, regresa puntualmente a su casa.

Cuellar es un niño feliz y tiene todas las características esperables de él. Se adivina que en el futuro será una persona con estudios y preparada, como se espera de él.

Ya en cuarto año logra ser integrado al equipo de fútbol. Se había preparado todas las vacaciones para lograrlo, actitud que lo muestra como una personita tenaz capaz de lograr lo que se proponga.

Todo el primer cápitulo, hasta el accidente, sirve como contraste con el resto de la historia. Cuellar, luego de un entrenamiento es mordido por el perro del colegio en los genitales provocándole una castración. Hecho que lo marcará para toda la vida, ya que al no poder realizarse como hombre jamás podrá ser el miraflorino exitoso que estaba destinado a ser.

Luego del accidente Cuellar sigue teniendo una infancia feliz. Siendo todavía un niño no puede entrever las consecuencias del accidente. Es más, obtiene ventajas de éste. Sus padres ya no son tan estrictos, él descuida los estudios y en el colegio los hermanos lo perdonan en todo. No debemos olvidar que Judas, el perro que muerde a Cuellar, es propiedad de los hermanos del colegio Champagnat, y que estos no sólo sienten culpa por el accidente sino que temen también al padre de Cuellar.

Es notable también cómo sus compañeros en un principio lo envidian. Niños al fin, sólo ven las ventajas que Cuellar obtiene de su accidente.

Entre la compasión y la discriminación

Inmediatamente después de su accidente el primer síntoma de discriminación está en el mote que se le pega en el colegio y sale a la calle para no despegársele nunca. Cuellar se transforma en Pichula Cuellar. En en Perú el término "pichula" es una vulgaridad que se refiere a los genitales masculinos. En principio, Cuellar se resiste llorando, peleándose y quejándose con sus padres o con los hermanos.
Su grupo de amigos evita llamarlo así, pero el apodo se le pega con tal fuerza que también ellos terminan llamándolo Pichula. Incluso él termina por aceptarlo.
Los verdaderos problemas comienzan en la adolescencia, cuando el fulbito va ocupando menos tiempo en las actividades de los chicos para que el tema principal pase a ser las chicas. Los chicos crecen y comienzan a ir a los bailes. De entrada esto es para Cuellar una actividad más, es aparentemente uno más del grupo. Pero cuando los chicos empiezan a noviar con chicas de su edad él, conciente de su inferioridad, se siente traicionado. Es aquí cuando comienza su declive. Justamente él, el más destacado del grupo, es el que quedará rezagado en estos quehaceres.
Lo peor viene con su enamoramiento de una niña que llega a Miraflores, Teresita Arrarte. Cuellar que ya había comenzado a mostrarse distinto (buscaba mostrar su hombría con extravagancias), se asienta por un tiempo. pero también sabe que no tiene sentido ponerse de novio, por lo tanto comienza una larga etapa de sufrimiento. Cuellar y Teresita son concientes de que se gustan, pero él no se decide a proponerle noviazgo. En este punto resulta interesante ver cómo a través del grupo se pone en evidencia la hipocresía de la sociedad. Sus amigos, sabedores de su problema tratan de convencerlo de que se ponga de novio por un tiempo y que al tiempo, con cualquier excusa, la largara. Dando a entender que las apariencias son tan importantes como lo que uno hace o puede hacer. Aparentermente en un principio Cuellar parece aceptar este argumento, pero finalmente se demuestra que jamás lo aceptó. No sólo no se le declara a Teresita, si no que es ganado de mano por un muchacho nuevo en Miraflores. De aquí en adelante comienza la cuenta regresiva final del protagonista. Sin posibilidades científicas de curarse y conciente de que jamás podrá ser quien estaba destinado a ser: uno igual a sus amigos, a los padres de sus amigos, a los futuros hijos de sus amigos; a cualquier miraflorino: burgués, acomodado, y con una profesión segura y rentable; la vida de Pichula Cuellar carece de sentido. Así es como el mismo protagonista lo siente y comienza a vivir acorde a este sentimiento: al límite. Esta nueva vida, o mejor dicho el inicio del fin de su vida, tiene su bautismo simbólico en el episodio en el que Cuellar, un día en el que el mar estaba en condiciones de suma peligrosidad, corre olas delante de sus amigos poniendo en riesgo su vida sin darle la menor importancia. Si bien Cuellar no muere en esa ocasión, podría decirse el joven que sale de las olas tristemente triunfante ya no es él sino su fantasma camino a la muerte.
Este no es el único episodio en el que Cuellar arriesga su vida. El lector es testigo de otros en el que conduciendo su automóvil no sólo arriesga su vida, también arriesga la de sus amigos, quienes poco a poco van alejándose de él. Cuellar se queda sólo, es un ser extraño en un medio en el que ya no tiene cabida. Antes de morir trágicamente en un accidente automovilístico, se lo ve rodeados de adolescentes, sus amigos sienten lástima por su destino de posible homosexual, pero lo entienden, saben que no tiene salida, sólo les queda el recuerdo de su amiguito de la infancia. Como ya se dijo, Cuellar termina su vida en un accidente en la ruta. A nadie le cuesta inferir que este accidente no es tal, que es el final buscado por el mismo Cuellar que ya no puede ser como sus amigos quienes a esta altura eran "hombres hechos y derechos ya y teníamos todos mujer, carro, hijos que estudiaban en el Champagnat, la Inmaculada o el Santa María, y se estaban construyendo una casita para el verano en Ancón, Santa Rosa o las playas del Sur, y comenzábamos a engordar y a tener canas, barriguitas, cuerpos blandos, a usar anteojos para leer, a sentir malestares después de comer y de beber y aparecían ya en sus pieles algunas pequitas, ciertas arruguitas".

viernes, 1 de octubre de 2010

Regreso a Babilonia

Ayer fue el día del traductor, para celebrarlo iba a postear este maravilloso cuento de F. Scott Fitzgerald que traduje hace ya muchos años por el solo placer de jugar a ser Pierre Menard. Con todo el bardo que se armó en Ecuador, estuve pendiente de eso y no lo colgué.
Bueno si gustan, adelante:




-¿Y dónde está el Sr. Campbell? –preguntó Charlie.
-En Suiza. El Sr. Campbell está bastante enfermo, Sr. Wales.
-Me apena oír eso. ¿Y George Hardt? –inquirió Charlie.
-Regresó a Estados Unidos, a trabajar.
-¿Y el Pinzón de la Nieve?
-Estuvo por acá la semana pasada. A propósito, su amigo, el Sr. Schaeffer, se encuentra en París.
Sólo dos nombres familiares de una extensa lista de hace un año y medio. Charlie garabateó una dirección en su agenda y arrancó la hoja.
-Si ve al Sr. Schaeffer, entréguele esto –dijo-. Es la dirección de mi cuñado. Aún no me registré en ningún hotel.
En realidad, descubrir París tan vacío no lo desilusionaba. Pero la quietud en el Ritz era extraña y ominosa. Ya no era un bar americano... se sentía distinguido allí, pero ya no se sentía dueño. El bar había vuelto a pertenecer a Francia. Notó la quietud desde el momento en que bajó del taxi y vio al portero, por lo general frenéticamente activo a esa hora, charlando en la puerta de servicio con un chasseur.
Al pasar por el corredor, escuchó únicamente una sola y monótona voz en el otrora bullicioso salón de mujeres. Cuando entró al bar recorrió los seis metros de alfombra verde con la vista fija hacia delante por costumbre; y luego, sin detenerse, giró la cabeza e inspeccionó la sala, topándose solamente con un par de ojos que se levantaron de un periódico en el rincón. Charlie preguntó por el barman principal, Paul, quien en los últimos días del mercado en alza solía venir a trabajar en su automóvil hecho por encargo, aunque, con la debida delicadeza, lo dejaba estacionado en la esquina más cercana. Pero hoy Paul estaba en su casa de campo y era Alix quien le daba información.
-No, suficiente –dijo Charlie-. Ahora estoy tomando mucho menos.
Alix lo felicitó: -La verdad que le estaba dando duro hace un par de años.
-Voy a seguir a este ritmo –aseguró Charlie-. Ya llevo un año y medio así.
-¿Cómo encontró la situación en Estados Unidos?
-Hace meses que no voy por allá. Estoy trabajando en Praga, representando a un par de empresas. Ahí nadie sabe nada acerca de mí.
Alix sonrió.
-¿Recuerda cuando acá le hicimos la despedida de soltero a George Hardt? –dijo Charlie- Apropósito, ¿qué se hizo de Claude Fessenden?
-Alix bajó la voz confidencialmente: -Está en París, pero ya no viene acá. Paul no lo permite. Resulta que tenía una cuenta donde cargaba todos sus tragos y sus almuerzos, a veces también la cena, que en más de un año trepó a treinta mil francos. Pero cuando Paul le pidió finalmente que le pagara, lo hizo con un cheque sin fondos.
Alix movió la cabeza con tristeza.
-No lo puedo entender, un tipo tan elegante. Ahora está rechoncho –el barman trató de representarlo con sus manos.
Charlie observó a un grupo de maricas que se instalaban en un rincón.
“Nada les afecta”, pensó. “La bolsa sube y cae, la gente haraganea o trabaja, pero ellos nunca se detienen”. El lugar lo oprimía. Pidió los dados y con Alix los tiró por el trago.
-¿Se va a quedar mucho tiempo, Sr. Wales?
-Cuatro o cinco días, vine a ver a mi nena.
-¡Ah! ¿Tiene una nena?
Afuera, el rojo fuego, azul gaseoso, y verde fantasmal de los semáforos tenían un brillo ahumado bajo la llovizna. Eran las últimas horas de la tarde y en las calles había movimiento; los bistros emanaban un tenue fulgor. En la esquina del Boulevard des Capucines tomó un taxi. La Plaza de la Concorde se alejaba con purpúrea majestuosidad; cruzaron el obvio Sena, y Charlie percibió la súbita atmósfera provinciana de la orilla izquierda.
Charlie, desviando su trayectoria, le indicó al taxista que tomara por la Avenida de l’Opera. Quería contemplar cómo la noche desplegaba su enorme paño azul sobre la magnífica fachada del crepúsculo, e imaginarse que las bocinas del auto, tocando incesantemente los primeros compases de Le Plus que Lent, no eran otra cosa que las trompetas del Segundo Imperio. En la librería Brentano estaban bajando la persiana metálica, y tras el burgués vallado de libustros prolijamente podados de Duval ya había gente cenando. Jamás había comido en un restaurante verdaderamente barato en París. Cenas de cuatro platos y postre, cuatro francos cincuenta, dieciocho centavos, incluido el vino. Por alguna extraña razón deseaba haberlo hecho.
Mientras avanzaban hacia la orilla izquierda y volvió a sentir su repentino provincianismo, pensó: “Yo eché a perder esta ciudad. No me di cuenta, pero los días pasaban uno tras otros, y cuando me quise acordar dos años se habían ido, todo se había ido, y yo me había ido.”
Tenía treinta y cinco años, y era bien parecido. Una profunda arruga entre los ojos le daba un aire sobrio a la inquietud irlandesa de su rostro. Cuando hizo sonar el timbre de la casa de su cuñado en la Rue Palatine, la arruga se le ahondó hasta hacerle bajar las cejas; tuvo una sensación de dolor en la barriga. De atrás de la empleada que abrió la puerta una encantadora niñita de nueve años salió disparada gritando: “¡Papi!”, y trepó, luchando como un pez, hasta sus brazos. Le hizo girar la cabeza tomándolo de una oreja y apoyó su mejilla contra la de él.
-Mi budincito –dijo él.
-¡Oh, papi, papito, papi, pa, pa, pa!
Lo llevó hasta la sala, donde esperaba la familia, un niño y una niña de la edad de su hija, su cuñada y el marido. Saludó a Marion modulando cuidadosamente la voz para evitar ya sea un entusiasmo forzado como desagrado, pero ella con más franqueza, respondió tibiamente, aunque trató de disimular su expresión de inalterable desconfianza mirando en dirección a la niña. Los dos hombres se estrecharon la mano amistosamente y Lincoln Peters posó la suya por unos instantes sobre el hombro de Charlie.
La sala era cálida y confortablemente americana. Los tres niños se movían con familiaridad, jugando en las galerías amarillas que conducían a las otras habitaciones. La animación de las seis de la tarde se notaba en el vivaz chisporroteo de los leños y en el ruido de actividad francesa en la cocina. Pero Charlie no se relajaba; el corazón se le estremeció y tuvo que tomar confianza de su hija, quien de a ratos se le acercaba, sosteniendo en los brazos la muñeca que él le había traído.
-Realmente muy bien –fue su respuesta a la pregunta de Lincoln-. Hay un montón de negocios que no se están moviendo para nada allá, pero nos está yendo mejor que nunca. De hecho, terriblemente bien. Además hice llamar a mi hermana para que el mes que viene venga de Estados Unidos y se encargue de la casa. Este año mis ingresos fueron superiores a cuando tenía dinero. Viste, los checos...
Alardeaba con un propósito en particular, pero por el momento, al ver cierta incomodidad en la mirada de Lincoln, cambió de tema:
-Están bien criados tus chicos, sanos, educaditos.
-Nosotros también pensamos que Honoria es una chica estupenda.
Marion Peters regresó de la cocina. Era alta, de mirada preocupada, y en el pasado había tenido una saludable belleza americana. Charlie jamás había podido percibirlo y siempre se sorprendía cuando la gente contaba lo hermosa que había sido. Desde un comienzo había existido entre ellos una instintiva corriente de antipatía.
-Y bien, ¿cómo encontrás a Honoria? –preguntó ella.
-Maravillosa. Es sorprendente como creció en diez meses. Se ven bien todos los chicos.
-En un año no tuvimos ni una sola visita del médico. ¿Te agrada estar de vuelta en París?
-Me llama poderosamente la atención ver tan pocos americanos.
-Yo estoy encantada. –dijo Marion con vehemencia-. Al menos ahora se puede entrar a un negocio sin que crean que uno es un millonario. Nos afectó como a todo el mundo, pero en definitiva es mucho más grato así.
-Pero fue lindo mientras duró –dijo Charlie-. Eramos una suerte de realeza, casi infalible, con una especie de magia alrededor nuestro. Esta tarde en el bar –al percatarse de su error, hizo una pausa- ...no había ningún conocido.
Ella lo miró con fijeza: -Creí que ya habías tenido suficiente de bares.
-Apenas me quedé un minuto. Tomo un trago todas las tardes, ni uno más.
-¿No querés un cóctel antes de cenar? –preguntó Lincoln.
-Tomo un solo trago por tarde, y por hoy ya está.
-Espero que continúes así –acotó Marion.
La frialdad con que lo dijo hizo evidente su desagrado, pero Charlie sólo atinó a sonreir; tenía proyectos más importantes. La agresividad misma de Marion le daba una ventaja, y él sabía esperar. Quería que fueran ellos los que comenzaran a conversar sobre lo que ya sabían que lo había traído a París.
Durante la cena no pudo decidir si Honoria se parecía más a él o a la madre. Sería una suerte si no combinaba las particularidades de ambos que los precipitaron al desastre. Lo invadió una gran onda protectora. Estaba convencido de que sabía qué hacer por ella. El creía en el carácter; quería saltar una generación entera hacia atrás y confiar nuevamente en el carácter como el elemento eternamente valioso. Todo lo demás se agotaba.
Partió apenas terminaron de cenar, pero no a casa. Tenía curiosidad por ver París de noche con ojos más despejados y juiciosos que en otros tiempos. Compró un strapontin para el Casino y allí vio a Josephine Baker ejecutar sus morenos arabescos.
Luego de una hora se marchó y caminó despreocupadamente hacia Montmartre, tomando la Rue Pigalle en dirección a la Plaza Blanche. La lluvia había cesado y se veía gente con ropas de noche descendiendo de los taxis frente a los cabarets, cocottes merodeando solas o de a dos, y muchos negros. Pasó por una puerta iluminada de donde emanaba música, y se detuvo con una sensación de familiaridad; era el Bricktop, donde había perdido tanto tiempo y dinero. Unas puertas más adelante encontró otra antigua guarida e imprudentemente asomó la cabeza en su interior. De inmediato una orquesta entusiasta comenzó a sonar, un par de bailarines profesionales saltaron de sus sillas, y un maître d’hôtel se le abalanzó gritando: -¡Adelante, caballero, que pronto se llena! –pero él se retiró con premura.
“Tenés que estar totalmente borracho”, pensó.
Zeli estaba cerrado, los siniestros y lúgubres hoteluchos que lo rodeaban estaban a oscuras; en la Rue Blanche, más iluminada, la atmósfera era informal y lugareña, estaba colmada de franceses. La Caverna del Poeta había desaparecido, pero las dos fauces gigantes del Café del Cielo y el Café del Infierno aún bostezaban... incluso devoraban, como pudo observar que lo hacían con el magro pasaje de un micro de turistas: una pareja alemana, una japonesa y otra americana que lo miraban atrrados.
Eso en cuanto al esfuerzo y a la ingenuidad de Montmartre. Todo el suministro de vicios y el despilfarro estaban ahora en una escala sumamente infantil, y de golpe comprendió el significado del término “disipar” –disiparse, desaparecer por completo; transformar algo en nada. En las altas horas de la noche, trasladarse de un sitio a otro implicaba un enorme salto humano, un incremento en el precio a pagar por tener el privilegio de moverse cada vez con más lentitud.
Recordaba billetes de mil francos entregados a una orquesta para que tocaran una sola pieza, billetes de cien francos a porteros para que llamaran un taxi.
Pero no habían sido dados por nada.
Habían sido dados, incluso los montos más exorbitantes, como una ofrenda al destino para que pudiera no recordar las cosas que más valía la pena recordar, las cosas que ahora siempre recordaría..... su hija, de quien le habían quitado la tutela, y su esposa, quien había escapado a una tumba en Vermont.
En un brasserie bien iluminado, una mujer le habló. Le compró algunos huevos y café, y luego, esquivando su insinuante mirada, le dio un billete de veinte francos y regresó en taxi al hotel.

II


Se despertó en un espléndido día otoñal, con un clima como para fútbol. La depresión de ayer se había ido y la gente en las calles le caía bien. Al mediodía se sentó frente a Honoria en le Grand Vatel, el único restaurante que no le traía reminiscencias de cenas rociadas con champagne y extensos almuerzos que comenzaban a las dos y se prolongaban hasta un crepúsculo vago y borroso.
-Bueno, ¿qué tal algunas verduras? ¿No tendrías que pedir verduras?
-Bueno, sí.
-Tenemos épinards, chou-fleur, zanahorias y haricots.
-Chou-fleur estaría bien.
-¿No te gustarían dos tipos de verduras?
-Casi siempre almuerzo una sola clase de verduras.
El mozo simulaba tener una desmesurada debilidad por los niños.
-¡Qu’elle est mignonne la petite! Elle parle exactement comme une Francaise.
-¿Y de postre? ¿Te parece bien esperar y luego vemos?
El mozo se retiró. Honoria, expectante, miró a su padre.
-¿Qué vamos a hacer?
-Primero, vamos a ir a la juguetería De la Rue Saint-Honore y vamos a comprar lo que vos quieras. Y después vamos al espectáculo de variedades del Empire.
Tras cierta vacilación, ella dijo: -Lo del espectáculo de variedades me gusta, en cambio lo de la juguetería no.
-¿Por qué no?
-Bueno, ya me regalaste esta muñeca –la había trído consigo-. Y ya tengo un montón de cosas. Además ya no somos ricos, ¿no?
-Jamás lo fuimos. Pero hoy vas a tener lo que quieras.
-Está bien –resondió ella resignada.
Cuando estaban su madre y una niñera francesa él tendía a ser más estricto; ahora era distinto, se expandía, se abría a una nueva tolerancia; debía ser ambos padres para ella y no cerrarle la comunicación con ninguno de los dos.
-Quiero llegar a conocerte –dijo él seriamente-. Primero voy a presentarme. Mi nombre es Charles J. Wales, de Praga.
-¡Oh, papi! -respondió la niña entre carcajadas.
-¿Con quién tengo el placer? –insistió el, mientras ella de inmediato aceptaba un rol:
-Honoria Wales, Rue Palatine, París.
-¿Soltera o casada?
-No, casada no. Soltera.
El señaló la muñeca: -Sin embargo, madame, veo que tiene una hija.
Como no estaba dispuesta a desheredarla, la abrazó contra el pecho y pensó con rapidez: -Sí, estuve casada, pero ya no. Mi marido murió.
Sin detenerse, él preguntó: -¿Y cómo se llama la criatura?
-Simone. Como mi mejor amiga del colegio.
-Estoy muy contento de que te vaya tan bien en la escuela.
-Este mes estoy tercera –se jactó-. Elsie –ésta era su prima- debe andar décimoctava, y Richard debe ser uno de los últimos.
-Te agradan Richard y Elsie, ¿verdad?
-Oh, sí. Richard me cae muy bien y Elsie también me agrada.
Con mucho tacto y como al pasar, él preguntó: -¿Y de la tía Marion y el tío Lincoln? ¿Quién te gusta más?
-Creo que el tío Lincoln.
Cada vez estaba más al tanto de la presencia de la niña. Al entrar los había seguido un murmullo de donde se entendía la palabra “adorable”, y ahora la gente de la mesa contigua la miraba en silencio como quien contempla una flor.
-¿Por qué no vivimos juntos? –preguntó ella de repente- ¿Es porque murió mamá?
-Tenías que quedarte acá y seguir aprendiendo francés. Habría sido difícil para papi cuidarte tan bien.
-Yo ya no necesito que me cuiden tanto. Hago todo sola.
Al salir del restaurante, un hombre y una mujer le hicieron señas sorpresivamente.
-¡Caramba! ¡Si no es otro que el viejo Wales!
-Qué tal Lorraine.... Dunc.
Inesperados fantasmas del pasado: Duncan Schaeffer, un amigo de su época de estudiante. Lorraine Quarrles, una encantadora rubia de treinta años; una de las tantas que durante los tiempos de despilfarro, tres años atrás, los habían ayudado a transformar los meses en días.
-Este año mi marido no pudo venir –dijo ella en respuesta a su pregunta-. Estamos pobrísimos. Entonces comenzó a darme doscientos por mes y me dijo que me las arreglara.... ¿Esta es tu nena?
-¿Qué tal si volvemos a entrar y nos sentamos? –propuso Duncan.
-No puedo –le alegraba tener una excusa. Como siempre, volvió a sentir esa atracción pasional y provocativa de Lorraine, pero ahora él tenía un ritmo diferente.
-¿Entonces por qué no cenamos? –sugirió Lorraine.
-Ya tengo un compromiso. Mejor denme su dirección y yo los llamo.
-Charlie, si no me equivoco estás sobrio –dijo ella inquisitoriamente-. Creo que en verdad está sobrio, Dunc. Pellizcalo y comprobá si lo está.
Charlie señaló a Honoria con la cabeza. Ellos rieron.
-¿Dónde estás viviendo? –preguntó Duncan escépticamente.
Dudó, no quería dar el nombre de su hotel.
-Aún no me hospedé en ningún lado. Mejor yo los llamo. Ahora vamos a ver las variedades del Empire.
-¡Pero si eso es precisamente lo que tengo ganas de hacer! –exclamó Lorraine- Quiero ver payasos, acróbatas y malabaristas. Eso es exactamente lo que haremos, Dunc.
-Antes tenemos que hacer una diligencia –se excusó Charlie-. Tal vez nos encontremos allá.
-Está bien, esnob.... Chau, hermosa.
Honoria saludó educadamente con la cabeza.
En cierto modo, un encuentro no muy bienvenido. El les atraía porque estaba en funcionamiento, porque iba en serio; querían verlo, porque ahora él era más fuerte que ellos, porque querían quitarle algo de su fortaleza.
En el Empire, Honoria se rehusó terminantemnete a sentarse sobre el abrigo plegado de su padre. Ya era una persona independiente que tenía sus propios códigos, y a Charlie cada vez lo absorvía más el deseo de depositarle algo de él antes de que ella se cristalizara por completo. Era inútil intentar conocerla a fondo en tan poco tiempo.
En el intervalo se toparon con Duncan y Lorraine en el vestíbulo donde estaba tocando la banda.
-¿Tomamos un trago?
-De acuerdo, pero no en la barra. Vayamos a una mesa.
-El padre perfecto.
Mientras escuchaba abstraídamente a Lorraine, Charlie observó cómo los ojos de Honoria dejaban la mesa e inspeccionaban el lugar, él, ensimismado, los siguió preguntándose qué verían. Hasta que sus miradas se encontraron y ella sonrió.
-Estaba rica la limonada –dijo la niña.
¿Qué había dicho? ¿Qué esperaba él? Ya en el taxi que los traía de regreso, él la atrajo hacia sí hasta hacerle posar la cabecita sobre su pecho.
-Amorcito, ¿pensás en tu madre de vez en cuando’
-Sí, a veces –respondió ella vagamente.
-No quiero que la olvides. ¿Tenés algún retrato de ella?
-Sí, creo que sí. Igual la tía Marion tiene. ¿Por qué no querés que la olvide?
-Porque te amaba mucho.
-Yo también la amaba.
Permanecieron en silencio unos instantes.
-Papi, quiero irme a vivir con vos –dijo de repente.
Se le estremeció el corazón; él había querido que ocurriera de este modo.
-¿No sos totalmente feliz?
-Sí, pero te amo más que a nadie. Y vos me amás más que a nadie, ahora que mamá está muerta, ¿no?
-Claro que te amo. Pero no siempre vas a quererme más a mí. Vas a crecer y conocer a alguien de tu edad con quien te casarás y te olvidarás de que alguna vez tuviste un papi.
-Si, es verdad –reconoció ella sin inmutarse
El no entró. A las nueve tenía que regresar y quería mantenerse en perfecto estado para lo que debía decir.
-Cuando ya estés segura adentro, asomate por esa ventana.
-Bueno. Chau, papi, pa, pa, pa.
Esperó en la calle a oscuras que ella, radiante y llena de vida, se asomara por la ventana de arriba y arrojara un beso hacia la noche.

III


Lo estaban aguardando. Marion, con un elegante vestido de noche que apenas sugería duelo, se sentó detrás del juego de café. Lincoln caminaba de un lado al otro con la animación de quien ya hubiese estado habland. Estaban tan ansiosos como él de zambullirse en el tema. El lo abrió casi de inmediato:
-Supongo que ya saben por qué quiero verlos.... Cuál es el verdadero motivo que me trajo a París.
Marion jugueteó con las estrellitas negras de su collar y frunció el ceño.
-Muero por tener un hogar –continuó él-. Y muero por tener a Honoria en él. Realmente les agradezco que por amor a su madre la hayan tenido con ustedes, pero ahora las cosas cambiaron –titubeó un momento y prosiguió con más convicción-, cambiaron radicalmente con respecto a mí, y quiero pedirles que vuelvan a considerarlo. Sería tonto de mi parte no reconocer que hace tres años no estaba actuando como corresponde.... –Marion lo miró con dureza- .... pero todo eso terminó. Como ya les dije, desde hace un año que no tomo más de un trago diario, y lo hago deliberadamente, para que la idea de beber no se agigante en mi cabeza. ¿Captan la idea?
-No –respondió Marion concisamente.
-Es como engañarme a mí mismo. Hace que exista un balance.
-Te entiendo –dijo Lincoln-, es como una manera de no admitir que te atrae.
-Algo así. A veces me olvido y no lo tomo. Aunque trato de no olvidarme. De todas formas, en mi posición no podría darme el lujo de tomar. La gente a quien represento está más que satisfecha con mi trabajo, y voy a traer a mi hermana de Burlington para que se encargue de la casa, y también deseo fervientemente tener a Honoria allí. Ustedes saben que cuando su madre y yo no nos estábamos llevando del todo bien, no permitíamos que nada de lo que sucedía le afectara. Sé que ella me quiere y sé que puedo cuidarla y.... bueno, eso. ¿Qué piensan?
Sabía muy bien que ahora le tocaría escuchar un sermón. Llevaría una o dos horas, y sería difícil, pero si atemperaba su inevitable resentimiento y tomaba la escarmentada actitud del pecador arrepentido, al final podría lograr su objetivo.
No te pongas nervioso, se dijo. No viniste a justificarte. Viniste por Honoria.
Lincoln fue el primero en responder. –Lo estuvimos hablando desde que recibimos tu carta un mes atrás. Estamos muy contentos de tener a Honoria con nosotros. Es encantadora y nos alegra poder ayudarla, pero por supuesto ese no es el punto....
Marion lo interrmpió de golpe: -¿Cuánto tiempo permanecerás sobrio, Charlie? –preguntó.
-Espero que permanentemente.
-¿Quién puede garantizarlo?
-Ustedes saben que nunca había abusado del alcohol hasta que dejé de trabajar y vinimos acá sin tener nada que hacer. Entonces con Helen comenzamos a ....
-Por favoe, no metas a Helen en todo esto. No soporto escucharte hablar así de ella.
El la miró con seriedad; nunca supo con certeza cuánto se habían querido ambas hermanas en realidad.
-Mi afición por la bebida sólo duró un año y medio.... desde que llegamos hasta.... mi derrumbe.
-Fue suficiente.
-Suficiente –coincidió él.
-Yo me debo enteramente a Helen –dijo ella-. Trato de pensar qué es lo que ella habría querido que hiciera. Para ser franca, desde aquella noche en que le hiciste esa monstruosidad, para mí dejaste de existir. No puedo evitarlo. Era mi hermana.
-Comprendo.
-Cuando estaba muriéndose me pidió que me encargara de Honoria. Todo habría sido más fácil si vos no hubieras estado en un sanatorio.
El se quedó sin respuesta.
-Jamás podré olvidar la mañana en que Helen llamó a la puerta, empapada de pies a cabeza y tiritando, y me contó que habías cerrado la puerta con llave dejándola a la inremperie.
Charlie cerró los puños contra los apoyabrazos del sillón. Esto era más complicado de lo que esperaba; intentó en vano dar una larga explicación que lo justificara: -La noche en que la dejé afuera....
Pero ella lo paró en seco: -No me siento con ánímos de volver sobre eso.
Tras un momento de silencio, Lincoln dijo: -Nos estamos yendo por las ramas. Vos querés que Marion renuncie a la tutela y te entregue a Honoria. Creo que el punto principal para Marion es si te tiene o no confianza.
-No la culpo –dijo Charlie pausadamente-, pero puede confiar plenamente en mí. Me estoy portando bien comparado con tres años atrás. Claro que está dentro de las humanas posibilidades el hecho que pudiera volverme a equivocar. Pero si esperamos demasiado perderé la infancia de Honoria y la oportunidad de formar un hogar –y negando con la cabeza agregó: -Sencillamente la perderé, ¿no lo ven?
-Sí, lo veo –dijo Lincoln.
-¿Por qué no pensaste antes en todo esto? –preguntó Marion.
-Supongo que cada tanto lo hacía, pero Helen y yo nos estábamos llevando mal. Cuando resigné la tutela, yo estaba tirado boca arriba en la cama de una clínica y el mercado me había pelado. Sabía que había actuado mal, y hubiese aceptado lo que fuere si a Helen la tranquilizaba. Pero ahora es diferente. Estoy en funcionamiento. Soy conciente de que me porté para el carajo, pero ahora me estoy portando muy bien, hasta donde....
-Por favor no insultes delante de mío –dijo Marion.
El la miró sorprendido. Con cada acotación, Marion hacía más evidente su desagrado. Sus miedos se habían intensificado y con ellos levantó un muro que la separaba de Charlie. Esta recriminación trivial era tal vez el resultado de un problema previo con la cocinera. La alarma que le producía dejar a Honoria en esta atmósfera hostil hacia él comenzó a ir en aumento; tarde o temprano saldría a flote, en una palabra, en un gesto, y parte de esa desconfianza se instalaría irrevocablemente en ella. Pero él borró la expresión de fastidio de su rostro y se lo guardó para sí; había logrado cierto progreso, pues Lincoln se dio cuenta de lo absurda que había sido la acotación de Marion y le preguntó desde cuándo ella objetaba la palabra “carajo”.
-Y otra cosa –dijo Charlie-, ahora puedo brindarle ciertas ventajas. Voy a llevar una institutriz francesa a Praga. Alquilé otra casa....
Al percatarse de que estaba cometiendo un error, se detuvo. No podía esperarse que aceptaran con ecuanimidad el hecho de que él ganara nuevamente el doble de lo que ganaban ellos.
-Supongo que podés darle más lujos que nosotros –dijo Marion-. Mientras vos despilfarrabas dinero, nosotros cuidábamos cada franco.... No sería nada raro que volvieras a hacerlo.
-No, no –respondió él-. Ya aprendí la lección. Trabajé duro durante diez años, ustedes saben.... hasta que tuve suerte en la bolsa, como tanta gente. Mucha suerte. Simplemente no veía ninguna razón para seguir trabajando, así que renuncié.
Se produjo un largo silencio. Toso sintieron subir la tensión, y por primera vez en un año Charlie necesitaba un trago. Ahora tenía la certeza de que Lincoln Peters quería que recuperase a su hija.
De golpe, Marion se sintió turbada; parte de ella veía que ahora Charlie tenía los pies sobre la tierra, y su propio sentido maternal le indicaba que lo que él deseaba era algo natural; pero durante mucho tiempo había vivido con un prejuicio, un prejuicio fundado en la singular desconfianza con que veía la felicidad de su hermana, y el que, bajo la impresión de una noche terrible, se transformó en odio hacia él. Todo había sucedido en un momento de su vida en el que el abatimiento que le producía su salud endeble y circunstancias adversas le hacían necesario creer en una vilanía y en un villano tangibles.
-¡No puedo evitar pensar así! –exclamó de repente- Qué sé yo qué responsabilidad te cabe por la muerte de Helen. Eso es algo que tendrás que conciliar con tu conciencia.
Charlie sintió como una corriente eléctrica de agonía que lo atravesaba; estuvo a punto de ponerse de pie, atinó a decir algo que finalmente no pronunció. Contó hasta diez, esperó otro rato.
-Un momento –dijo Lincoln con cierta in comodidad-. Yo nunca pensé que vos fueras el responsable de lo sucedido.
-Helen murió por problemas del corazón –dijo Charlie desanimandamente.
-Sí, problemas del corazón –Marion habló como si la expresión tuviera otro significado para ella.
Luego, en la chatura que siguió a su arranque, ella lo miró fijamente y supo que de algún modo él había llegado a controlar la situación. Al mirar a su marido, no encontró ayuda de parte deél, y súbitamente, como si se tratara de una cuestión sin importancia, tiró la toalla.
-¡Hacé lo que quieras! –exclamó, poniéndose repentinamente de pie- Es tu hija. Yo no soy quien para interponerme en tu camino. Si fuera mi hija creo que querría verla.... –finalmente pudo recomponerse- Decidan ustedes. Yo no puedo soportar esto. Me siento mal. Voy a recostarme.
Se retiró presurosa de la sala; luego de unos instantes Lincoln habló:
-Hoy tuvo un día difícil. Vos sabés lo apasionada que es.... –hablaba como disculpándose- Cuando a una mujer se le pone algo en la cabeza.
-Entiendo.
-Todo va a salir bien. Creo que ahora ve que podés hacerte cargo de la nena, por lo tanto nosotros no podemos interponernos ni en tu camino ni en el de Honoria.
-Gracias Lincoln.
-Mejor me voy a ver como está.
-Yo ya me voy.
Todavía temblaba cuando llegó a la calle, pero caminar por la Rue Bonaparte hacía los quais lo recompuso, y al cruzar el Sena, límpido y flamante bajo las luces del quai, se sentía eufórico. Pero ya en su cuarto no logró conciliar el sueño. La imagen de Helen se le aparecía. La Helen que tanto había amado, hasta que ambos comenzaron a abusar sin sentido del amor del otro, a despedazarlo. En esa terrible noche de febrero que Marion recordaba con tanta vividez, habían estado discutiendo durante horas. En el Florida tuvieron una escena, luego él intentó llevarla a casa, y después ella besó al joven Webb que estaba en otra mesa; luego de esto sucedió lo que ella había contado histéricamente. Cuando llegó solo a casa, enfurecido, cerró la puerta con llave. ¿Cómo podía saber que una hora más tarde ella llegaría sola, y que se desataría una tormenta de nieve en la que deambularía semidescalza, demasiado turbada para conseguir un taxi? Y luego las secuelas, su milagroso escape de la neumonía, y todo el horror consiguiente. Se “reconciliaron”, pero era el principio del fin, y Marion, que lo había visto con sus propios ojos y que pensaba que era una entre muchas escenas del martirio de su hermana, jamás lo olvidó.
Volver sobre ello acercó a Helen, y en la luz suave y pálida que predomina cerca del amanecer cuando uno está entredormido, se encontró hablándole nuevamente. Ela le dijo que tenía toda la razón respecto a Honoria y que quería que Honoria estuviera con él. Dijo que le alegraba que estuviera siendo bueno y comportándose mejor. Dijo muchas otras cosas --muy amables por cierto—pero ella, que llevaba un vestido blanco, se balanceaba, cada vez más rápido, tanto que al final él no podía escuchar con claridad lo que ella decía.

IV


Se levantó feliz. Las puertas del mundo se le volvían a abrir. Hacía planes, tenía en vista nuevas perspectivas para el futuro de Honoria y el suyo, pero se entristeció de golpe al recordar todos los planes que había hecho con Helen. Ella no había planificado morir. El presente era lo que importaba.... trabajar y tener alguien a quien amar. Pero no amarlo en exceso, pues sabía cuanto daño puede hacerle un padre a una hija o una madre a un hijo apegándosele en demasía: más tarde, fuera de casa, tratarían de encontrar en el matrimonio ese mismo tipo de cariño ilimitado, y al ser tal vez una búsqueda infructuosa, le darían la espalda al amor y a la vida.
Era otro día brillante. Llamó a Lincoln al banco donde trabajaba y le preguntó si podía contar con llevarse a Honoria cuando partiera para Praga. Lincoln estuvo de acuerdo en que no había razón para demorarse. Solo una cosa.... la tutela. Marion quería conservarla un tiempo más. Todo este asunto la había alterado, y suavizaría las cosas que ella sintiera que aún tiene la situación bajo control por un año más. Charlie no puso objeciones, pues era la criatura, tangible y visible, lo único que quería.
Después la cuestión de la institutriz. Charles se sentó en una oscura agencia y entrevistó a una bernesa irascible y a una sumisa campesina bretona, ninguna de las cuales hubiese durado mucho con él. Mañana entrevistaría a otras.
Almorzó con Lincoln Peters en griffons, tratando de disimular su euforia.
-No hay nada como un hijo propio –dijo Lincoln-. Aunque también tenés que entender a Marion.
-Se olvidó de todo lo que trabajé durante siete años allá –replicó Charlie-. Sólo recuerda una noche.
-Hay otra cosa –Lincoln vaciló-. Mientras vos y Helen andaban de jolgorio despilfarrando dinero, nosotros nos arreglábamos con lo justo. Yo no prosperé porque apenas podía con mi seguro. Y me parece que Marion veía algo de injusticia en ello.... vos ni siquiera trabajando hacia el final, y volviéndote cada día más rico.
-Se fue tan rápido como llegó –dijo Charlie.
-Sí, mucho quedó en manos de chasseurs, saxofonistas y maîtres d’hôtel.... bueno, ahora terminó la festichola. Digo todo esto para explicar lo que siente Marion respecto de esos años locos. Si pasás hoy a las seis antes de que Marion se encuentre muy cansada, ajustamos los detalles que restan en el acto.
De nuevo en su hotel, Charlie se encontró con un pneumatique que venía del Ritz, donde Charlie había dejado su dirección con el propósito de encontrarse con cierto hombre.

“QUERIDO CHARLIE: Te veías tan extraño cuando te vimos el otro día que me pregunté si había hecho lago que te ofendiera. Si es así ignoro que podrá ser. En realidad, este año que pasó estuve pensando mucho en vos, y siempre presentí que de venir era probable que te encontrara. Qué bien la pasamos esa primavera descontrolada, como la noche en que robamos el triciclo al carnicero, y la vez que queríamos ir a ver al presidente y vos tenías el viejo sombrero hongo y el bastón de alambre. Todos se ven tan viejos ultimamente, pero yo no me siento vieja para nada. ¿No podríamos vernos hoy en algún momento por los viejos tiempos? Ahora tengo una resaca terrible, pero por la tarde voy a estar mejor y te paso a buscar cerca de las cinco por el Ritz.
“Siempre con devoción,
“LORRAINE”


Su primer sentimiento fue de dolor por haber realmente robado, ya en su madurez, un triciclo, y por haber transportado en este a Lorraine por todo el Etiole desde medianoche hasta la madrugada. Lo veía como una pesadilla. Dejar a Helen a la intemperie no encajaba con ningún otro acto de su vida, pero sí el incidente del triciclo.... era uno entre tantos. ¿Cuántas semanas o meses tuvieron que pasar para llegar a ese estado de irresponsabilidad absoluta?
Trató de visualizar a Lorraine como la veía entonces.... sumamente atractiva; a Helen no le caía nada bien el asunto, aunque no decía nada. Ayer, en el restaurante, Lorraine parecía vulgar, cansada y envejecida. Se rehusaba terminantemente a verla, y le alegraba que Alix no le hubiera facilitado la dirección de su hotel. En cambio, era un alivio pensar en Honoria, en los domingos que compartirían, en darle los buenos días, y en la certeza de saberla en su casa por las noches, respirando en la oscuridad.
A las cinco tomó un taxi y compró regalos para todos los Peters: una cautivante muñeca de trapo, una caja de soldados romanos, flores para Marion, pañuelos de lino para Lincoln.
Al llegar a la casa notó que Marion había aceptado lo inevitable. Esta vez lo saludó como si él fuera un recalcitrante miembro de la familia, antes que un extraño intimidante. A Honoria ya le habían avisado que se marcharía; y a Charlie le algraba ver que el tacto de la niña le hacía disimular la enorme alegría que la embargaba. Sólo en su falda ela le comunicó al oído su placer y le preguntó: “¿Cuándo?” antes de escabullirse con los otros niños.
El y Marion estuvieron a solas en la sala por un minuto, y llevado por un impulso dijo con soltura:
-Las disputas familiares son amargas. No tienen reglas. No son como dolores o heridas; sino más bien como tajos en la piel que no cicatrizarán porque no hay suficiente materia. Me gustaría que nos lleváramos mejor.
-Algunas cosas son difíciles de olvidar –respondió ella-. Es una cuestión de confianza –al no obtener respuesta, seguidamente preguntó: -¿Cuándo tenés pensado llevártela?
-Apenas consiga una institutriz. Tenía esperanzas de que pasado mañana.
-Imposible. Tengo que poner todas sus cosas en orden. No antes del sábado.
El cedió. Al volver a la sala, Lincoln le ofreció un trago.
-Tomaré mi whisky diario –dijo él.
El ambiente era cálido, era un hogar, con gente junto al fuego. Los niños se sentían seguros e importantes; los padres eran serios, dedicados. Tenían cosas más importantes que hacer por los niños que atender su visita. Después de todo, una cucharada de medicina era más importante que la tirante relación entre él y Marion. No es que fueran aburridos, pero estaban muy compenetrados en la vida y las circunstancias. Se preguntó si no podía ayudar a Lincoln a conseguir un trabajo con mejores perspectivas que el del banco.
Un prolongado timbrazo se oyó en la puerta, la bonne à tout faire pasó por delante de ellos y siguió por el pasillo. La puerta se abrió luego de otro largo timbrazo, después se escucharon voces, y en la sala los tres levantaron la vista expectantes.; Richard se corrió para traer el pasillo dentro de su campo visual, y Marion se puso de pie. La empleada regresó por el pasillo, seguida de cerca por las voces, que bajo la luz se materializaron en Duncan Schaeffer y Lorraine Quarrles.
Estaban alegres, hilarantes, riéndose a carcajadas. Charlie no lo podía creer; no podía entender cómo habían hecho para conseguir la dirección de los Peters.
-¡Aaaah! –exclamó Duncan señalando socarronamente a Charlie- ¡Aaaah!
Ambos volvieron a estallar en estrepitosas carcajadas. Nervioso y sin saber que hacer, Charlie en seguida los saludó y los presentó con Lincoln y Marion. Marion, casi sin hablar, los saludó con la cabeza. Había retrocedido un paso en dirección al fuego; su hijita se paró a su lado y Marion le puso un brazo sobre los hombros.
Con su furia en aumento por la intromisión, Charlie esperó a que se explicaran. Después de cierta concentración, Duncan dijo:
-Vinimos a invitarte a cenar. Lorraine y yo estamos convencidos de que’s una ridiculez que te empecines en ocultarnos tu dirección.
Charlie se les acercó, como si los forzara a retroceder por el pasillo.
-Lo siento, pero no puedo. Díganme donde van a estar que los telefoneo en media hora.
Esto no les causó la menor impresión. Lorraine se dejó caer en el apoyabrazos de un sillón, y clavándole los ojos a Richard, exclamó:
-¡Uy, qué chico divino! Acercate, chiquito –Richard, sin moverse, miro a su madre. Lorraine se encogió de hombros de manera perceptible y volvió a mirar a Charlie: -Vení a cenar. Seguro que a tus primos no les importa. Te vemos tan raramente. O raro.
-No puedo –dijo Charlie cortante-. Vayan a cenar ustedes dos y yo los llamo.
La voz de Lorraine se tornó repentinamente antipática:
-Está bien. Nos vamos. Pero me acuerdo de esa vez en que a las cuatro de la mañana casi me tirás la puerta abajo. Fui lo bastante macanuda como para convidarte un trago. Vamos, Dunc.
Todavía con lentitud, con rostros borrosos y enojados, con pasos inciertos, se retiraron por el pasillo.
-Buenas noches –dijo Charlie.
-¡Buenas noches! –respondió enfáticamente Lorraine.
Cuando regresó a la sala Marion no se había movido, sólo que ahora con su otro brazo también rodeaba a su hijo. Lincoln todavía hamacaba a Honoria de atrás hacia delante como a un péndulo de lado a lado.
-¡Qué ultraje! –estalló Charlie- ¡Qué ultraje absoluto!
Nadie respondió. Charlie se dejó caer en un sillón, levantó su copa, la volvió a bajar y dijo:
-Gente que hace dos años no veo y tienen el colosal descaro de....
Se interrumpió de golpe. Marion, quien había dejado escapar una interjección de disgusto mientras suspiraba furiosamente, le dio la espalda bruscamente y abandonó la sala.
Lincoln depositó a Honoria en el suelo con sumo cuidado,
-vayan a tomar la sopa, chicos –y cuando los niños obedecieron se dirigió a charlie: -Marion no está bien y no puede soportar este tipo de sorpresas. Esa clase de gente la enferma.
-Yo no les dije que vinieran. Vaya a saber cómo se las rebuscaron para sacarle a alguien tu dirección. Ellos deliberadamente....
-Bueno, es una lástima. Pero no sirve de nada. Disculpame un minuto.
Cuando se quedó solo, Charlie se sentó tenso en un sillón. En la habitación contigua podía oír a los niños comer, hablando en monosílabos, olvidados ya de la escena entre sus mayores. Desde un cuarto más distante, escuchó un murmullo de conversación y seguidamente el ruido de un teléfono al ser descolgado, y espantado se corrió hasta el otro extremo de la sala, donde no pudiera oír.
Lincoln regresó al minuto: -Mirá, Charlie. Creo que es mejor que suspendamos la cena de esta noche. Marion no se encuentra bien.
-¿Está enojada conmigo?
-Más o menos –respondió, casi con dureza-. Está débil y....
-¿Querés decir que cambió de opinión con respecto a lo de Honoria?
-Ahora está muy amargada. No sé. Telefoneame mañana al banco.
-me gustaría que le explicaras que jamás imaginé que esta gente vendría. Tengo tanta bronca como ustedes.
-Ahora no podría explicarle nada.
Charlie se levantó. Tomó su abrigo y su sombrero y comenzó a caminar hacia el pasillo. Luego abrió la puerta del comedor y con una voz extraña dijo: -Buenas noches, niños.
Honoria se puso de pie y corrió alrededor de la mesa para abrazarlo.
-Buenas noches, amorcito –dijo débilmente, y luego tratando de enternecer más la voz, tratando de conciliar algo: -Buenas noches, queridos niños.

V


Charlie fue directamente al Ritz con la furibunda idea de encontrar a Lorraine y a Duncan, pero no estaban ahí, y se dio cuenta de que ya nada podía hacer de todos modos. No había probado ni una sola gota en lo de los peters, y ahora ordenó un whiscola. Paul se acercó a saludarlo.
-Cómo cambió todo –dijo con tristeza-. Trabajamos la mitad de lo que solíamos hacerlo. Muchos de los que supe que regresaron a los Estados Unidos han perdido todo, tal vez no en el primer crack, pero sí en el segundo. Me enteré que su amigo George Hardt perdió hasta el último centavo. ¡Usted volvió a los Estados Unidos?
-No, estoy trabajando en Praga.
-Escuché que perdió mucho en el crack.
-Así es –y con gravedad agregó: -Pero todo lo que yo quería lo perdí durante el boom.
-No hizo valer sus acciones.
-Algo por el estilo.
Nuevamente el recuerdo de aquellos días le sobrevino como una pesadila –la gente que habían conocido viajando, gente que no podía contar hasta diez ni decir una oración coherente. El hombrecito con quien Helen había consentido bailar en la fiesta del barco, que la había insultado a tres metros de la mesa; las mujeres y las muchachas que, borrachas o drogadas, eran retiradas gritando de lugares públicos—
--Los hombres que dejaban a sus esposas en la nieve, porque la nieve del veintinueve no era nieve verdadera. Si no querías que fuera nieve, sólo había que pagar algo de dinero.
Se acercó al teléfono y llamó a la casa de los Peters; Lincoln fue el que contestó.
-Llamé porque no puedo sacarme este asunto de la cabeza. ¿Dijo Marion algo definitivo?
-Marion se siente mal –respondió Lincoln brevemente-. Yo sé que no todo es tu culpa, pero no puedo permitir que Marion se desmorone a causa de esto. Me temo que tendremos que dejar transcurrir otros seis meses; no puedo arriesgarme a hacerla pasar nuevamente por todo esto.
-Entiendo.
-Lo siento, Charlie.
Regresó a su mesa. Su vaso estaba vacío, pero negó con la cabeza cuando Alix lo miró inquisitivamente. Ya no había mucho que él pudiera hacer excepto enviarle algunas cosas a Honoria; mañana le enviaría muchas cosas. Pensó con cierto fastidio que sólo se trataba de dinero.... le había dado dinero a tanta gente....
-No, basta –le dijo a otro mozo- ¿Cuánto debo?
Algún día volvería; no podían hacerlo parar por siempre. Pero él quería a su hija, y ya nada tenía demasiado valor aparte de eso. Ya no era joven, lleno de pensamientos bonitos y sueños para sí mismo. Estaba absolutamente seguro de que Helen no habría querido que estuviera tan solo.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Elecciones de la CTA y panorama político en San Martín

Las elecciones de la CTA son una disputa, además de gremial, política. En general, lo que se juega es qué modelo de centroizquierda predomina. O una más bien afín al gobierno, con apoyo crítico, cercana al sabbatellismo, o una opositora, desde la que no se reconoce ningún logro, cercana al pinismo. Ante la incertidumbre de los guarismos finales, esa disputa sigue abierta. Lo que no es una buena noticia.
Se supone que ese panorama a nivel nacional, tan importante a su vez en provincia de Buenos Aires, se trasladaría a cada uno de los distritos. Sin embargo hemos finalmente aprendido que en política raramente dos más dos sea cuatro, y si bien lo que se juega a nivel nacional y provincial no dejó de estar presente, lo que se vivió en San Martín, por dar un ejemplo, fue un micro ensayo de lo que se viene. El aparato del ivoskismo desplegado casi con desdén, pero sin disimulo, al servicio de la lista 1; y del otro lado, aunando esfuerzos para la lista 10, agrupaciones del distrito que se referencian en Gabriel Katopodis, junto al Suteba, parte de judiciales, y el EDE.
En este ensayo, hay que decirlo, ganó el ivoskismo. Los motivos son varios y difíciles de asir. Se sabe que directores municipales mandaban empleados a granel a votar por la lista 1, mientras que a otros empleados de quienes se conocía su preferencia por la lista 10 se les ponía trabas. Del lado de la lista que salió derrotada se dice que los padrones estaban enchastrados, que de ser cierto no se entiende cómo, ya que es difícil de entender que algo así suceda teniendo la conducción de la CTA en el distrito. Asimismo, hubo un muy bajo porcentaje de votantes en las escuelas, algo que no sucede cuando lo que se disputa es la conducción del gremio. Es válido preguntarse entonces si Suteba San Martín-Tres de Febrero no puso toda la carne en el asador, confiándose en el trabajo de referentes territoriales que suelen prometer cantidades de votos muchas veces exageradas con respecto a lo que termina mostrando la realidad.
El Nuevo Encuentro dio en conjunto su apoyo a la continuidad de Hugo Yasky al frente de la Central de Trabajadores. Apoyo que se hizo palpable en el acto de cierre de la lista 10 en el Luna Park el miércoles 15 de septiembre. Tanto militantes del EDE, como del PSol, el PC y el SI estuvieron presentes esa jornada haciendo explícito su apoyo. El jueves 23, en el llano, el panorama fue otro. La fuerza militante del EDE, aún en crecimiento, pero persistente y comprometida, estuvo presente en toda la jornada –sin tener miembro alguno en la lista. Reconocidos referentes del PC por el contrario trabajaron sin reparo alguno para la lista 1, referentes del PC llamativamente aliados en el distrito al ivoskismo; una referente del PSol integrante de la lista 1 también puso su esfuerzo para el triunfo electoral de la lista contraria a los intereses del Nuevo Encuentro.
Más allá de los resultados finales, y esperando que no se produzca un quiebre en la CTA, esta experiencia tiene que servir para lo que viene. Ivoskus, intendente de San Martín que forma parte del dispositivo oficial del kirchnerismo, apuesta en su distrito a la lista que no sólo se jacta de oponerse al gobierno nacional, si no que no le reconoce un acierto. Hace una prueba de ensayo y mide cómo está su maquinaria electoral con vistas a las elecciones de 2011. Del otro lado, mientras se alargaba la espera de los resultados en la sede de la CTA, llegó Gabriel Katopodis a cantar victoria y volvió a quedarse mascullando una nueva derrota. El Nuevo Encuentro, que intenta hacerse visible en el distrito tendrá que rever su estrategia si quiere tener una buena performance el año que viene. Está visto que en San Martín no alcanza con las alianzas a nivel provincial ya que estas no terminan de cristalizarse en el distrito.
Creemos que se puede revertir lo que se viene dando elección tras elección en las que el ivoskismo, con mínimos esfuerzos, se viene imponiendo. Un frente opositor con centro en la eterna dirigencia del peronismo es inconducente. Más bien la salida vendrá de la mano de distintas agrupaciones referenciadas en el gobierno nacional pero críticas y opuestas a esta gestión que como se sabe permanece en el kirchnerismo por conveniencia.
Si en San Martín se pretende cambiar algo, es obligación de todo el campo nacional y popular ponerse de acuerdo para formar un frente que tenga posibilidades reales de ser opción para electorado. Para esto, la izquierda deberá ser menos tonta y el peronismo kirchnerista menos sectario.
Tengamos en cuenta que hoy la juventud y la gente que apoya directamente a la presidenta por convicción quieren salir a jugar a la cancha. Y no aceptan que sus interlocutores validos con ella sean los mismos de siempre en el PJ u otros dispositivos de poder tradicionales. Los intendentes, como "el grupo de los ocho", quieren monopolizar el enamoramiento del pueblo hacia la presidenta, mientras no hacen nada para aportarle votos, sino que coquetean con corporaciones y la oposición, y especulan al máximo con las encuestas a ver a quien apoyan. Para, al día siguiente de la elección, tomar esa representación como propia y traicionar al gobierno.
Lo han hecho y lo harán. Y el gobierno lo sabe, por eso sale a construir por su lado y los intendentes patalean, y amagan a desmarcarse, para presionar que no les jodan su "quintita". No quieren repartir su poder, ni trabajar por el gobierno.
Pero para transformar hay que construir y organizarse en un nuevo espacio, aunar voluntades dispersas, peronistas y no peronistas; para competir legal y legítimamente contra los viejos aparatos. Los que impiden la renovación, los que impiden a la juventud incidir en decisiones políticas, los que impiden el protagonismo y participación a las bases. Los que van en sentido inverso a la presidenta usufructuando su imagen. Los que aportan al nepotismo, los que habilitan fábricas que envenenan a vecinos. Mientras la presidenta enfrenta a corporaciones en defensa del pueblo.

domingo, 1 de agosto de 2010

El mundo del revés

Siempre se etiquetó, en el cine, en la vida, a los asesinos como siniestros. Hoy, la tele nos entrega todo lo opuesto. Hay un asesino correcto, con destreza, con derecho a matar. Porque mata a los malos que matan a los buenos a quienes la justicia no encierra porque logran zafar con artimañas leguleyas. Aquí es donde irrumpe Dexter, el psicópata simpático.
Estas conclusiones tras de haber visto apenas dos episodios de la primera temporada son, más bien, impresiones que surgen al observar un intento de ser originales. La serie, argumentativamente, es buena. Mantiene el suspenso de un capítulo a otro. Pero en ella subyace una idea de justicia que, parece, es el sueño de las clases medias del mundo que conocemos.
En Argentina se vive un debate, desde hace años, que, alentado por los medios, no deja de tener actualidad. La falta de seguridad y la aparente desidia de la justicia para aplicar penas a los delitos violentos. El núcleo duro de la clase media, las clases más acomodadas y gran parte de las capas más vulnerables y expuestas a la violencia piden mano dura, más policías en las calles, baja de la edad de imputabilidad. Para este espectador está Dexter. Quien, de algún modo, vendría a personificar a un nuevo héroe justiciero. Es un asesino, sí, pero mata a quien mató, “porque el que mata tiene que morir”. El personaje es alguien vacío de sentimientos, que finge tenerlos y lo logra bastante aceptablemente, hasta tiene una novia y una hermana a quienes jamás mataría. Además tiene un trabajo, forense en la policía de Miami, en el que obviamente se destaca.
Este mundo ficcional de Dexter nos entrega otro detalle. En esta serie, políticamente correcta, los jefes son latinos y negros. Un buen intento de dejar de lado estereotipos, sin embargo los protagonistas siguen siendo blanquitos. Asesinos, pero agradables.

lunes, 24 de mayo de 2010

Aguafuerte bicentenaria

El 31 de octubre de 2006 fue la última gala en el Colón antes del cierre para su remodelación. Ese día chicos de escuelas públicas de El Talar, Tigre, cantaron en el escenario del magnífico teatro en el marco de una gala a beneficio organizada por la Fundación Vuelo Nocturno, en la que también bailó Iñaki Urlezaga. Por primera y única vez en mi vida tuve la oportunidad de ingresar al Colón ya que fui invitado por ser el director de una de las escuelas participantes del evento. Quedé muy impactado con el teatro. Es algo de lo que los argentinos debemos sentirnos más que orgullosos. Después de cantar, los chicos, según nos había dicho la gente de la fundación, serían invitados a una comidita así, muy coqueta. Nada de eso sucedió, una vez finalizado el espectáculo fuimos invitados a salir por una puerta lateral. De ahí a los micros y taza taza cada uno a su casa.
Cuento esto para que entendamos que al Colón nunca entra el pueblo, y cuando lo hace es a cuentagotas, medio de contrabando.
En esta semana previa al bicentenario fuimos testigos del intercambio de esquelas entre el Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y la Presidenta de todos los argentinos. Tras numerosos gestos agraviantes del Ing. Mauricio Macri, la Dra. Cristina Fernández de Kirchner hace saber de su decisión de no concurrir a la reinauguración del Colón. Y, oh, las voces republicanas se alzaron. Qué el protocolo, que ella debería ir, que esto y que lo otro.
No va a ir, y me parece muy bien. ¿A qué va a ir? ¿A que la bardeen? Lo mismo que el Tedeum de la Catedral. No tiene sentido que Cristina vaya a escuchar las barbaridades de Bergoglio mientras el rejunte opositor aplaude.
El sábado a la noche estuve en la 9 de Julio. Una fiesta sensacional se está viviendo. El pueblo bailando y cantando en las calles. Nada de miedo ni crispación. Esperanza y alegría es lo que se sentía. Un millón de personas, más, había anoche. Lástima la lluvia de ayer. Hoy a las 24 es la reapertura del Colón, entre los invitados está Ricardo Fort, vos fijate, protocoler@. El pueblo va a seguir en las calles, como tiene que ser.

domingo, 2 de mayo de 2010

#cumbre2010



Los días 28, 29 y 30 de abril tuvo lugar en la UNSAM la IX Cumbre Iberoamericana de Comunicadores. No se propone acá hacer una detallada crónica de lo sucedido, si no más bien plasmar algunas sensaciones que nos dejó.


En primer lugar, sorprendidos porque un evento de tal magnitud se organizara en la ciudad de San Martín, distrito paradigmático del conurbano. Los sanmartinenses estamos acostumbrados ser destacados por otras cuestiones que no señalaremos desde aquí. Aunque cualquiera que lea esto podrá decir cualquier característica que le venga a la mente, con certeza alejada de un San Martín universitario capaz de albergar esta cumbre. Sin embargo, así es. ¿Qué fue esta cumbre? En principio un amontonamiento de paneles de disertantes de nivel desparejo con escaso tiempo de desarrollar sus temas. Se escucharon conferencias muy buenas, la del catalán Toni Puig sobre la marca de una ciudad y de cómo o no un gobierno municipal sabe transmitir un mensaje claro, y el sobrio y entretenido cierre de Dick Morris sobre marketing electoral fueron las más destacables (las más caras también presumimos). Abundaron los comunicólogos que hablan de campañas que ganaron, como si fueran ellos los que ganaran las elecciones. A todo esto nadie habló de campañas perdidas, de lo que el público, entre los que había estudiantes de comunicación, profesionales de marketing, periodistas y curiosos, podría haber sacado valiosas enseñanzas.
Marketing, marqueting, mercadeo, cómo vender, cómo engramparnos, y poco sobre otros aspectos de la comunicación en la política. Ah, no había mencionado que la presidencia del comité organizador estuvo a cargo del licenciado en comercialización Daniel Ivoskus, hijo del actual intendente y posicionándose como príncipe heredero. Hecha esta salvedad, continuamos. También se habló de nuevas tecnologías e internet. Pero como cada uno tenía apenas veinte minutos, muchos, como el caso de Alejandro Piscitelli, hablaban rapidísimo, pasaban volando imágenes que daban la impresión de haber sido levantadas de la red entre el desayuno y la ponencia, contaban en lo que andaban y ahí el moderador les avisaba que les quedaban cinco, y entonces proseguían más rápido aún, lo que hizo que algunos fueran inentendibles.
Fue llamativo que de todas las charlas que presenciamos sólo en una aclararan antes del comienzo que no se permitirían preguntas por una cuestión organizativa (?). Fue en la de Carlos Souto, ¿tendrá algo que ver con el artículo aparecido en El Argentino el domingo pasado? Una lástima, hubiera estado bueno preguntar un par de cositas. Otro momento, el asesor de la Alcaldía de Bogotá Jorge Aguilera comenta como al pasar una anécdota. Resulta que un no tan ignoto pero aún precandidato Uribe se presenta a un debate en el que, tras los sesudos análisis de sus estrategas, sale con los botines de punta a hablar de seguridad y a no moverse de ahí. Nos cuenta Aguilera, no sólo que a partir de ahí comenzó a tomarse en serio la candidatura de Uribe, sino que, y esto es lo que debería resultarnos sorprendente, el titular del diario El Tiempo de Bogotá al día siguiente era algo demoledor para su rival y que dicho titular había sido el que Aguilera mismo les había enviado.
Finalmente, algunas charlas que nos parecieron interesantes fueron: “Televisión pública como formadora de identidad regional en Chiapas”, de Hugo Villar, a partir de la que podemos ratificar el gran momento de nuestra televisión pública; “Cadeia da Legalidade: o Rádio como resistência ao Golpe militar no Brasi,” de Luciano Klöckner; Del boom de las radios zonales y los cables barriales al fenómeno multimedia en internet”, del periodista Eduardo Román; la charla sobre televisión digital del Dr. Osvaldo Nemirovsci, quien arrancó aplausos al decir que “no es casual que sea un gobierno peronista el que también traiga la televisión digital”, y la charla de Daniela Vilar sobre gobierno abierto, quien también se refirió a la militancia online y a los blogueros nac&pop, los grandes ausentes de esta cumbre.


miércoles, 10 de febrero de 2010

Viña: playa y carretes

El sábado las chicas y los chicos que trabajan en el Hostal Quinta del Mar nos invitaron a un grupo de pasajeros a un asado en Valparaíso. Hasta el Cerro Los Placeres nos dirijimos y pasamos una tarde muy linda con Tania, Tamara, Alex, Eduardo, Alexis y Débora, Patricio, Jenny y Sebastián. Después de la comida y unos copetes fuimos a Aché Havana, un lugar del centro de Valpo donde se baila salsa. Más tarde un grupo terminamos en Living Vip, un boliche en la zona de Reñaca.
El domingo playa con Eduardo y dos mendocinos, Francisco y Leo. Acá el mar es bastante violento y las olas lograron hacerme revolcar un par de veces. Al otro día los mendocinos regresaban así que a la noche fuimos un grupo grande al Cafe Journal, en Viña, a despedirlos. Otra noche de carrete que terminó tarde.
El lunes playa de nuevo, siempre en Reñaca, sector 5, con Eduardo de Rancagua, Fabio de Beahía Brasil, y Eduardo de Santiago. Ese día se armó joda en el hostel a la noche.
Ayer martes salí con Débora y Alexis a pasear a Valparaíso. Comimos congrio en el mercado y subimos con uno de los tantos ascensores de la ciudad al mirador 21 de mayo, desde donde se aprecia el puerto, la bahía y todo el litoral que va de Valparaíso a Concón. Después caminamos por la Plaza Sotomayor y por una de las ferias.
A la noche salimos con Eduardo a tomar algo y bailar. Primero fuimos a un lugar que se llama Locos x Viña, y después a una disco que se llama Kamikaze.
Hoy el día empezó medio nublado, estoy evaluando si ir a la playa o salir a caminar por Viña. Todavía hay lugares que no visité, como el Reloj de Flores o la Quinta Vergara.

sábado, 6 de febrero de 2010

Viña del Mar

LLegué el jueves a Viña del Mar. Me hospedé en el Hostal la Quinta del Mar, un lugar muy agradable con personal muy atento. Ese día salí a dar una caminata por la playa y regresé al hostal a descansar. Recién ayer fui a una de las playas, el agua es muy fría, pero muy fría, eh. La gente se mete un par de metros nomás ya que el Pacífico parece que se va abajo al toque.
A la noche fuimos con unos chicos que se alojan en el hostal, Débora, Alexis y Eduardo a "carretear" a Concón, una comuna vecina de Viña. Terminamos en Kinki Beach, una disco con terraza al mar con una vista hermosa. Ahora unas chicas que trabajan en el hostal nos invitaron a un asado y después a bailar a Valparaíso.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Cerro San Cristóbal

Bueno, el viajecito este parecía que se ponía mal. primero se me rompe el celu, por lo que ando sin cámara, y después para completarla pierdo los documentos. Por suerte ya hice los trámites pertinentes en el consulado esta mañana.
Me tuve que levantar temprano y terminé cansado, así que fui por una siesta. pero no es cuestión de bajonearse tampoco, así que a las 17 salí a dar una vuelta y conocí el Cerro San Cristóbal, que es el más añto de Santiago. Se sube por un funicular que fue inaugurado en 1925. En la cima hay una imágen de la Virgen desde Juan Pablo II en 1987 dio una misa. Lástima que andaba sin cámara porque desde allí se puede apreciar una vista espectacular de la ciudad.

lunes, 1 de febrero de 2010

Santiago, Chile

Ayer 19:30 llegué al Aeropuerto Internacional de Santiago. De ahí me tomé un bondi hasta la terminal de buses Los Héroes, esto es en Avenida Central y Libertador Bernardo O'Higgins (más conocida esta última avenida como La Alameda).

Decidí ir caminando al hotel para ir conociendo. me asombró la cantidad de gente que había en la calle. Sucede que había un espectáculo, visitaba Santiago la pequeña gigante y el señor escafandra, que no son otra cosa que dos muñecos gigantes traídos por una compañía francesa. Los santiaguinos parecían muy interesados en el espectáculo. Yo seguí mi trajinar hasta el Inmoba.

Después de un baño salí a cenar. Caí en el Patio Bellavista y allí me morfé una hamburguesa ($4100) y dos Cristal Lager de 355 ml ($1600 c/u). De ahí salí y caminé por el barrio Bellavista, charlé con la gente y conseguí cerveza más barata. Estaba cansado del viaje. A las 2:00 volví al hotel.

miércoles, 27 de enero de 2010

Timote, 65 años en tres días

La historia ya es conocida. A finales de mayo de 1970 un grupo de jóvenes secuestra a Aramburu, lo lleva a Timote, un pueblito a 500 km. de la ciudad de Buenos Aires, lo someten a un juicio revolucionario y al tercer día lo matan. El grupo de jóvenes es la organización peronista Montoneros. Aramburu, el general que sacó a Perón, que ordenó los fusilamientos de Valle y de los compañeros de José León Suárez, el que escamoteó el cadáver de Evita al pueblo peronista.
El autor imagina los diálogos que acontecen durante esos tres días, elige la ficción, dice, porque no permite el juicio. Descarta las versiones existentes, la de Firmenich es descartada de plano. Los tres días que van desde el secuestro hasta la muerte de Aramburu funcionan como una puesta en abismo de los últimos 65 años de historia argentina. Allí se exploran los años felices del primer peronismo, cómo esas políticas molestaban a las clases dominantes, los años de resistencia peronista, la alternancia de gobiernos militares y civiles con el peronismo proscripto, el caldo de cultivo que fueron esos años para la aparición de jóvenes de familias bien volcados al peronismo. La resignación del establishment con respecto a la imposibilidad de desterrar el peronismo. El intento de traer a Perón como una prenda de reconciliación y transformar al peronismo en un partido de la democracia liberal. Allí se prevén los años violentos por venir, la furia nunca vista hasta entonces del ejército, y el logro también de un partido justicialista domesticado, de saco y corbata.
Sabemos que José Pablo Feinmann tiene una visión particular del peronismo, quién no. Pero también sabemos, fuimos dolorosos testigos, que el partido justicialista fue la herramienta que se utilizó para implantar el neoliberalismo más salvaje que se vio por estos lares. Tampoco ignoramos que es desde el peronismo desde donde se intenta nuevamente levantar las banderas de Perón y Evita, que no son otras que justicia social, independencia económica y soberanía política.
La novela se inicia con el relato de la muerte de Fernando Abal Medina, delatado en una pizzería de William Morris por un hombre del pueblo, tres meses después de haber él matado a Aramburu. Después se cuenta el secuestro, juicio y muerte de Aramburu. Se nos cuenta un Abal Medina idealista, una Norma “La Gaby” Arrostito inteligente, la mujer del jefe, pero a la vez la figura maternal de montoneros, y un Firmenich frío, tosco y calculador, que espera un error del jefe para hacerse del liderazgo.
Como se dijo, los diálogos son supuestos, pero la lectura de la novela nos hace recorrer en todas direcciones los últimos 65 años de nuestra historia.

miércoles, 13 de enero de 2010

El control de los medios y la propaganda

¿Cómo una minoría puede imponer un proyecto de país que beneficia sólo a unos pocos y perjudica a la mayoría? Mediante la confusión. Hace algunos años traduje este ensayo de Noam Chomsky sobre la fabricación de consenso. El texto original apareció en marzo de 1991 en "Open Magazine Pamphlet Series" con el título Media Control & Propaganda.
En su momento busqué en la red este texto y no estaba. Lo subí entonces a mi página personal (que ya no existe). Hoy no sé si hay alguna versión en español en el ciber espacio. Tampoco me fijé. A continuación, mi humilde traducción:


El tema que fuera anunciado, "Desinformación y la Guerra del golfo", es en realidad menos amplio que el que me gustaría tratar. Ya llegaré a ese punto. Pero antes me gustaría abordar un contexto más abarcador para llegar a ese tema en particular. Este contexto en realidad tiene que ver con qué clase de mundo y en qué clase de sociedad queremos vivir, y en especial en qué sentido de democracia queremos que ésta sea una sociedad democrática. Para abrir la cuestión, permítanme comenzar por contraponer dos concepciones diferentes de democracia. Una de estas concepciones sostiene que una sociedad democrática es aquella en la que el público tiene los medios para participar de manera significativa en la administración de sus propios asuntos y los medios de información son libres y abiertos. Si uno busca democracia en un diccionario encontrará una definición como ésta.
Una concepción alternativa de democracia es la que dice que el público debe ser mantenido al margen de la administración de sus propios asuntos y los medios de información deben ser rígidamente controlados y para nada abiertos. Puede sonar como una concepción extraña de democracia, pero es importante entender que es la concepción que prevalece. De hecho la ha sido por largo tiempo, no sólo en la práctica sino también en teoría. Hay una vasta historia que se remonta a las primeras revoluciones democráticas modernas en la Inglaterra del siglo XVII que expresa ampliamente este punto de vista. Me voy a mantener en el período moderno y decir unas palabras acerca de cómo se desarrolla esa noción de democracia y por qué y cómo el problema de los medios y la desinformación caben dentro de ese contexto.


TEMPRANA HISTORIA DE LA PROPAGANDA

Comencemos con la primera operación de propaganda de un gobierno moderno. Fue durante el gobierno de Woodrow Wilson, quien fuera electo presidente en 1916 sobre la base de "Paz sin victoria." Eso estaba bien en medio de la Primera Guerra Mundial. La población era sumamente pacifista y no veía razones para involucrarse en una guerra europea. El gobierno de Wilson estaba decidido a entrar en la guerra y tenía que hacer algo al respecto. Se formó una comisión de propaganda del gobierno, llamada Comisión Creel, la que en seis meses logró transformar a una población pacifista en una población sedienta de guerra que quería destruir todo lo que fuera alemán, despedazar a los alemanes, ir a la guerra y salvar al mundo. Aquel fue un logro importante, y llevó a un logro aún mayor. Para la misma época, ya finalizada la guerra, se utilizaron las mismos técnicas para generar un descontrolado Pánico Rojo, como se lo llamaba, que en gran medida logró destruir sindicatos y eliminar problemas tan peligrosos como la libertad de prensa y la libertad de ideas políticas. Existió un fuerte apoyo de parte de los medios, del establishment empresarial, que de hecho organizó e impulsó estas tareas, y en general la operación fue exitosa.
Entre los que participaron entusiasta y activamente estaban los intelectuales progresistas, miembros del círculo de John Dewey, quienes se sentían realmente orgullosos, como puede desprenderse de sus escritos de la época, en haber mostrado que lo que ellos llamaban los "miembros más inteligentes de la comunidad", es decir ellos mismos, fueron capaces de conducir a la guerra a una población no dispuesta a ir, aterrorizándola y produciendo en ésta un agresivo fanatismo chauvinista. Los medios utilizados fueron amplios. Por ejemplo, se prefabricaron gran cantidad de atrocidades de los Hunos, bebés belgas con sus brazos mutilados, y toda clase de barbaridades que aún hoy se leen en los libros de historia. Todo había sido inventado por el ministerio de propaganda británico, cuya intención en la época, como lo incluyeron en sus deliberaciones secretas, era "controlar el pensamiento del mundo." Pero lo que más crucialmente querían controlar era el pensamiento de los miembros más inteligentes de la comunidad norteamericana, ya que estos diseminarían la propaganda que ellos estaban armando y llevarían al país pacífico a una histeria beligerante. Funcionó. Funcionó muy bien. Y dejó una lección: la propaganda estatal, cuando la apoyan las clases educadas, y cuando no se permite ninguna desviación, puede tener un efecto importante. Hitler y muchos otros aprendieron esta lección, y aún hoy sigue siendo aplicada.


DEMOCRACIA DE ESPECTADORES

Otros que se impresionaron con estos éxitos fueron los teóricos democráticos liberales y figuras líderes de los medios, como, por ejemplo, Walter Lippman, pope de los periodistas norteamericanos, un importante crítico de la política exterior y doméstica y un importante teórico de la democracia liberal. Si uno echa un vistazo a sus ensayos, se puede ver que se subtitulan algo así como "Una teoría progresista del pensamiento democrático liberal." Lippman estaba involucrado en estas comisiones de propaganda y reconocía sus logros. Sostenía que lo que él llamaba una "revolución en el arte de la democracia", podía ser utilizada para fabricar consenso, o sea, generar en el público opiniones favorables en asuntos en los que no estaban de acuerdo por medio de las nuevas técnicas de propaganda. También pensaba que ésta era no sólo una buena idea sino también necesaria. Era necesaria porque, según él, "el interés común elude enteramente la opinión pública" y sólo puede comprenderla y llevarla a cabo una clase especializada de hombres responsables lo suficientemente inteligentes para resolver las cosas. Esta teoría asevera que sólo una pequeña elite, la comunidad intelectual de la que hablaban los seguidores de Dewey, puede entender los intereses comunes, que a todos nos importa, y que estos asuntos "eluden al público en general." Esta es una visión que se remonta cientos de años atrás. También es una visión típicamente leninista. De hecho, es muy cercana a la concepción leninista de que una vanguardia de intelectuales revolucionarios tomen el poder del estado, y luego conduzcan a las masas estúpidas hacia un futuro que ellos son demasiado tontos para comprender e incompetentes para predecir por sí mismos. La teoría democrática liberal y el marxismo-leninismo están muy cerca en sus suposiciones ideológicas comunes. Creo que ésa es una de las razones por la que la gente encuentra tan fácil pasarse de una a otra posición sin el menor sentido de cambio. Es sólo una cuestión de evaluar dónde está el poder. Tal vez haya una revolución popular, y eso nos pondrá en el poder del estado; y tal vez no la haya, en cuyo caso trabajaremos para la gente con poder real: la comunidad empresaria. Pero haríamos lo mismo: llevaríamos a las masas estúpidas hacia un mundo que son demasiado tontos para comprender por sí mismos.
Lippman sostenía esto con una teoría bastante elaborada de la democracia progresista. Argumentaba que en una democracia que funcionara apropiadamente hay clases de ciudadanos. Primero está la clase de ciudadanos que deben tomar un rol activo en la administración de los asuntos generales. Es la clase especializada. Son las personas que analizan, ejecutan, toman decisiones, y operan en los sistemas político, económico e ideológico. Representan un pequeño porcentaje de la población. Naturalmente, cualquiera que sostenga estas ideas es siempre parte de este pequeño grupo, y hablan acerca de qué hacer en lo que respecta a los otros. Los otros, que no pertenecen al pequeño grupo, la gran mayoría de la población, son a los que Lippman llama el "rebaño confundido." Tenemos que protegernos del paso y la furia del rebaño confundido. Ahora bien, hay dos funciones en una democracia: la clase especializada, los responsables, llevan a cabo las funciones ejecutivas, lo que significa que ellos son los que piensan, planifican y comprenden los intereses comunes. Por otro lado, está el rebaño confundido, y ellos también tienen una función en la democracia. Esta función, dice Lippman, es la de ser espectadores, no participantes activos. Pero además de esa tienen otra función, porque se trata de una democracia. Ocasionalmente se les permite prestar su peso para uno u otro miembro de la clase especializada. En otras palabras, se les permite decir: "Queremos que usted sea nuestro líder" o "Queremos que usted sea nuestro líder." Eso se debe a que es una democracia y no un estado totalitario. Es lo que se llama una elección. Pero una vez que prestaron su peso para uno u otro miembro de la clase especializada se supone que deben regresar al llano y volverse espectadores de la acción, pero no participantes. Así sucede en una democracia que funciona de manera apropiada.
Y existe una lógica detrás de esto. Hay incluso un principio moral apremiante detrás de esto. Este principio es que la mayoría de la gente es simplemente demasiado estúpida para comprender las cosas. Si intentan manejar sus propios asuntos, sólo causarán problemas. Por lo tanto sería inmoral e impropio permitírselos. Tenemos que domesticar al rebaño confundido, no dejar que se descontrole, pisotee y destruya las cosas. Es más o menos la misma lógica que dice que sería impropio dejar que un chico de tres años cruce la calle. Nadie le da esa libertad a un chico de tres años porque un chico de esa edad no sabe manejar esa libertad. Así mismo, no se permite que el rebaño confundido sea participante activo. Sólo causarán problemas.
Entonces necesitamos algo para domesticar al rebaño confundido, y ese algo es esta nueva revolución en el arte de la democracia: la fabricación de consenso. Los medios de comunicación, la escuela, y la cultura popular tienen que estar divididos. Porque la clase política y los que toman las decisiones tienen que darle un sentido tolerable de la realidad, a la vez que tienen que infundir las creencias apropiadas. No debe dejarse pasar inadvertido que aquí hay una premisa no dicha. La premisa no dicha (e incluso los hombres responsables tienen que ocultársela) tiene que ver con la pregunta de cómo llegan a la posición donde tienen la autoridad de tomar decisiones. Y la forma en que quieren hacerlo es, por supuesto, estando al servicio de la gente realmente poderosa. La gente con poder real son los dueños de la sociedad, que es un grupo muy reducido. Si la clase especializada puede venir y decir, “yo puedo estar al servicio de sus intereses”, entonces pueden ser parte del grupo ejecutivo. Eso debe mantenerse callado. Eso significa que a ellos tienen que haberles insuflado las creencias y doctrinas que estarán al servicio del poder privado. A menos que no manejen esta habilidad a la perfección, no forman parte de la clase especializada. Por lo tanto tenemos una clase de sistema educativo dirigido a los hombres responsables, la clase especializada. Tienen que ser profundamente adoctrinados en los valores y los intereses del poder privado y el nexo estado-corporación que representan. Si pueden comprender eso, entonces pueden ser miembros de la clase especializada. Al rebaño confundido fundamentalmente debe hacérsele dirigir la atención a otro lado. Hacer que presten atención a alguna otra cosa. Mantenerlos fuera del problema. Asegurarse de que a lo sumo permanezcan como espectadores de la acción, ocasionalmente prestando su peso para uno u otro de los líderes reales, de entre quienes pueden elegir.
Este punto de vista ya ha sido desarrollado por mucha otra gente. De hecho, es bastante convencional. Por ejemplo, un importante teólogo contemporáneo y crítico de la política exterior, Reinhold Niebuhr, a veces llamado "el teólogo del establishment", el gurú de George Kennan y los intelectuales Kennedy y otros, señala que la "racionalidad es una habilidad sumamente restringida". Sólo un pequeño número de personas la posee. La mayoría de la gente es guiada por simples emociones e impulsos. Los que poseemos racionalidad tenemos que crear las ilusiones necesarias y las simplificaciones emocionalmente potentes para mantener a los simplones naïves más o menos en curso. Esto se volvió parte substancial de la politología contemporánea. En los '20 y comienzo de los '30, Harold Lasswell, fundador del moderno campo de las comunicaciones y uno de los más importantes politólogos norteamericanos, explicó que no debíamos sucumbir a los "dogmatismos democráticos" acerca de que los hombres son los mejores jueces de sus propios intereses. Porque no lo son. Nosotros somos los mejores jueces de los intereses públicos. Por lo tanto, en un acto de moralidad ordinaria, tenemos que asegurarnos que no tengan la oportunidad de actuar sobre la base de sus juicios equivocados. En lo que hoy se llama un estado totalitario, es decir un estado militar, esto es fácil. Se les mantiene el garrote a la altura de sus cabezas, y si se salen de la línea se les da un garrotazo. Pero como la sociedad se ha vuelto más libre y democrática, esa capacidad se pierde. Por lo tanto hay que inclinarse por las técnicas de propaganda. La lógica es clara. La propaganda es a la democracia lo que el garrote es a un estado totalitario. Eso es sabio y bueno porque, nuevamente, los intereses comunes eluden al rebaño confundido. Este no puede resolverlos.


RELACIONES PUBLICAS

Estados Unidos fue pionero en la industria de las relaciones públicas. Su cometido, como lo señalaban sus líderes, era "controlar la mente del público". Aprendieron mucho de los éxitos de la Comisión Creel y de los éxitos del Pánico Rojo y sus consecuencias. La industria de las relaciones públicas sufrió una gran expansión en esa época. Por algún tiempo tuvo éxito en crear una subordinación casi completa del público al gobierno del mundo de los negocios durante los '20. Esto era tan extremo que comisiones del Congreso comenzaron a investigarlo mientras avanzábamos hacia los '30. De ahí es de donde aparece tanta información acerca de eso.
Las relaciones públicas son una industria enorme. Actualmente se está gastando alrededor de un billón de dólares anuales. Desde un comienzo su cometido era controlar la mente del público. En la década del 30, como durante la primera guerra mundial, volvieron a surgir problemas importantes. Había una gran depresión y los trabajadores se organizaban. De hecho, en 1935 la clase trabajadora obtuvo una importante victoria legislativa, el derecho a organizarse, con el Acta Wagner. Con esto surgieron dos serios problemas. Por un lado, la democracia estaba funcionando mal. El rebaño confundido estaba obteniendo victorias legislativas, y se supone que no debería ser de esta manera. El otro problema era que se estaba volviendo posible para la gente organizarse. La gente tenía que ser separada, segregada, atomizada. Se supone que no deberían organizarse, porque entonces podrían ser algo más que espectadores de la acción. De hecho podrían transformarse en participantes si mucha gente de recursos limitados pudiese juntarse y entrar a la arena política. Eso es realmente amenazador. El mundo de los negocios respondió con fuerza para asegurarse de que esa sea la última victoria legislativa de los trabajadores y de que sería el comienzo del fin de esta desviación democrática de organización popular. Funcionó. Esa fue la última victoria legislativa de los trabajadores. De ahí en más -aunque el número de gente afiliada a sindicatos tuvo un ascenso durante la segunda guerra mundial- la capacidad de actuar a través de sindicatos comenzó a decaer firmemente. No fue casual. Nos estamos refiriendo a la comunidad de los negocios, que gasta grandes sumas de dinero, tiempo, y pensamiento para manejar estos problemas a través de la industria de las relaciones públicas y otras organizaciones, como la Asociación Nacional de Fabricantes y la Mesa Redonda de Empresarios, entre otras. Inmediatamente se pusieron a trabajar para encontrar alguna manera de contrarrestar estas desviaciones democráticas.
La primera prueba fue un año después, en 1936. Hubo una importante huelga en Aceros Bethlehem en Johnstown, en el oeste de Pensilvania, en el Valle Mohawk. La comunidad empresarial probó con una nueva técnica de destrucción de los trabajadores, que funcionó muy bien. No con rompehuelgas ni matones. Eso ya no daba el resultado esperado, sino a través de medios propagandísticos más sutiles y efectivos. La idea era pensar maneras de volver al público en contra de los huelguistas, presentarlos como problemáticos, perjudiciales para el público y en contra de los intereses comunes. "Nuestros" intereses comunes, los del empresario, el trabajador, el ama de casa. Es decir "nosotros". Queremos estar juntos y tener cosas como la armonía, el americanismo y trabajar todos juntos. Entonces aparecen esos huelguistas malos que son molestos y causan problemas, rompen la armonía y violan el americanismo. Hay que detenerlos para poder vivir juntos. El ejecutivo de una corporación y el tipo que limpia los pisos tienen los mismos intereses. Podemos trabajar todos juntos y hacerlo por el americanismo en armonía, llevándonos todos bien. Básicamente, ese era el mensaje. Se hizo un esfuerzo enorme para presentar esta idea. Se trata, después de todo, de la comunidad empresarial, controlan los medios y tienen recursos masivos. Y funcionó de manera muy efectiva. De hecho, se la terminó llamando la "fórmula del Valle Mohawk" y se aplicó una y otra vez para romper huelgas. Se los denominaba "métodos científicos para romper huelgas", y daban resultado al movilizar la opinión de la comunidad a favor de conceptos huecos y vacíos como americanismo. ¿Quién puede estar en contra de eso? O armonía. ¿Quién puede estar en contra de eso? O, para actualizarnos, "Apoye a nuestras tropas." ¿Quién puede estar en contra de eso? O cintas amarillas. ¿Quién puede estar en contra de eso? Cualquier cosa que sea totalmente vacía. De hecho, qué significa si alguien le pregunta: ¿Apoya a la gente en Iowa? ¿Puede responder Sí, los apoyo, o No, no los apoyo? Ni siquiera es una pregunta. No significa nada. Ese es el punto. En los eslóganes de las relaciones públicas como "Apoye a nuestras tropas", el punto es que no significan nada. Significan tanto como decir "Apoyo a la gente de Iowa". Por supuesto, había una cuestión de fondo. Esta cuestión era, ¿Apoya nuestra política? Pero uno no quiere que la gente piense en esto. Ese es el punto en la buena propaganda. Uno quiere crear un eslogan del que nadie esté en contra, al que todos apoyen, porque nadie sabe lo que significa, pero su valor crucial está en que desvía la atención de algo que sí significa algo: ¿Apoya nuestra política? Eso es de lo que no se permite hablar. ¿Pero hay gente que discute sobre el apoyo a las tropas? Por supuesto yo no doy mi apoyo. Entonces usted ganó. Es como el americanismo y la armonía. Estamos todos juntos, eslóganes vacíos, unámonos, asegurémonos de no tener a esta mala gente alrededor de nosotros quebrantando nuestra armonía con sus discursos de lucha de clases, derechos y ese tipo de asuntos.
Todo eso es muy efectivo. Y llega hasta la actualidad. Y por supuesto está cuidadosamente pensado. Quienes están en la industria de las relaciones públicas no lo están por simple diversión. Están trabajando. Están tratando de infundir los valores correctos. De hecho, tienen una concepción de lo que debe ser la democracia: un sistema en el cual la clase especializada es entrenada para trabajar al servicio de los amos, los verdaderos dueños de la sociedad. El resto de la población debe ser privada de cualquier tipo de organización, porque la organización sólo causa problemas. Tienen que estar sentados solos frente al televisor y habiendo metido bien en sus cabezas el mensaje que dice que el único valor en la vida es seguir acumulando bienes o vivir como esa familia de clase media alta que aparece en la televisión y poseer bonitos valores como armonía y americanismo. Eso es todo en la vida. Uno puede pensar para sí que tiene que haber algo más que esto en la vida, pero como uno está solo mirando la televisión, uno supone que debe estar loco, porque eso es todo lo que está pasando allí. Y como no se permite ningún tipo de organización (esto es absolutamente crucial) jamás hay manera de averiguar si se está loco, y simplemente se lo supone, porque es natural suponerlo.
Por lo tanto ese es el ideal. Se hacen grandes esfuerzos para tratar de alcanzar ese ideal. Obviamente, existe una idea clara detrás de esto. La idea de democracia es la que ya he mencionado. El rebaño confundido es un problema. Debemos evitar su avance y su furia. Hay que distraerlos. Deberían estar mirando el Superbowl, comedias de situaciones o películas de acción. Y cada tanto llamarlos para cantar eslóganes sin sentido como “Apoye a nuestras tropas.” Hay que mantenerlos bien asustados, porque a menos que no estén bien asustados o temerosos de toda clase de demonios externos, internos o de cualquier parte que van a destruirlos, pueden comenzar a pensar, lo que es muy peligroso, porque no tienen competencia para pensar. Por lo tanto es importante distraerlos y mantenerlos al margen de todo.
Esa es una concepción de democracia. De hecho, volviendo a la comunidad empresarial, la última victoria legal para los trabajadores fue realmente el Acta Wagner en 1935. Tras el comienzo de la guerra, los sindicatos, como la rica cultura de la clase trabajadora asociada con ellos, comenzaron a declinar. Nos transformamos en una sociedad dominada por los negocios a un nivel notable. Esta es la única sociedad industrial capitalista estatal que carece hasta del contrato social normal que se encuentra en sociedades comparables. Aparte de Sudáfrica, supongo, esta es la única sociedad industrial que no tiene un sistema nacional de salud. Ni siquiera existe la intención general de alcanzar estándares mínimos para la supervivencia de los sectores de la población que no pueden seguir esas reglas ni pueden obtener cosas por y para ellos mismos. Los sindicatos son virtualmente inexistentes, lo mismo que otras formas de estructura popular. No hay partidos políticos ni organizaciones. Es un largo camino hacia el ideal, al menos estructuralmente. Los medios son un monopolio corporativo. Tienen el mismo punto de vista. Los dos partidos son facciones del partido de los negocios. La mayoría de la población no se molesta en votar porque se lo ve sin sentido. Están excluidos y adecuadamente distraídos. Al menos esa es la meta. La figura líder en la industria de las relaciones públicas, Edward Bernays, salió realmente de la Comisión Creel. Formó parte de ella, aprendió sus lecciones y continuó para desarrollar lo que se conoce como “ingeniería del consenso”, lo que él describe como “la esencia de la democracia.” La gente que es capaz de fabricar consenso es la que tiene los recursos y el poder de hacerlo, la comunidad empresaria, y es para ellos para quien se trabaja.


Fabricando opinión

También es necesario mentalizar a la población para apoyar aventuras foráneas. Generalmente, la población es pacifista, como lo fue durante la Primera Guerra Mundial. El publico no ve ninguna razón para involucrarse en aventuras foráneas, matanzas y torturas. Entonces hay que hacerle un lavado de cerebro. Y para esto hay que asustarlo. El mismo Bernays tuvo un logro importante con respecto a esto. Él fue quien condujo la campaña de relaciones públicas para la United Fruit Company en 1954 cuando Estados Unidos se movilizó para derrocar al gobierno democrático-capitalista de Guatemala e instaló una sociedad de escuadrones de la muerte, que continúa hasta nuestros días con constantes ayudas norteamericanas para evitar las desviaciones democráticas que tienen lugar allí. Es necesario imponer constantemente planes domésticos a los que el público se opone, porque no hay razón para que la gente esté a favor de planes que la perjudique. Esto, también, necesita mucho de la propaganda. Hemos visto demasiado de esto en los últimos diez años. Los planes de Reagan eran inmensamente impopulares. Incluso los que lo votaron, en un sesenta por ciento, tenían la esperanza de que sus políticas no se promulgaran. Si se toman planes puntuales, como armamentos, el recorte del gasto social, etc., casi todos fueron fuertemente resistidos. Pero mientras la gente sea excluida y distraída y no tenga manera de organizarse y articular sus opiniones, o incluso saber que otros comparten estos puntos de vista, gente que dijo preferir el gasto social al gasto militar, que dio esa respuesta en las encuestas, como lo hizo la gente en su mayoría, supusieron ser los únicos con esa loca idea en la cabeza. Jamás lo escucharon en otro lado. Se supone que nadie piensa eso. Por lo tanto, si alguien sí lo piensa, y así lo sostiene en una encuesta, también cree ser un caso extraño. Mientras no haya una manera de que uno se junte con otras personas que compartan o refuercen ese punto de vista y lo ayuden a articularlo, uno se siente una rareza, un bicho raro. Entonces uno se mantiene al margen y no le presta atención a lo que sucede. Mira para otro lado, mira el Superbowl.
Hasta cierto punto, entonces, ese ideal se alcanzó, pero nunca del todo. Aún hoy hay instituciones a las que ha sido imposible destruir. Las iglesias, por ejemplo, todavía existen. Mucha de la actividad disidente en Estados Unidos viene de las iglesias, por la simple razón de que están allí. Cuando uno va a un país europeo a dar una charla política es muy probable que se haga en un sindicato. Eso no puede pasar aquí, primeramente porque los sindicatos apenas existen, y de existir no funcionan como organizaciones políticas. Pero sí hay iglesias, y es por lo tanto ahí donde a menudo se dan charlas. El trabajo solidario con América Central surgió básicamente de las iglesias, principalmente porque éstas existen.
Nunca puede domesticarse del todo al rebaño confundido, por lo tanto es una lucha continua. En la década del ‘30 se volvieron a levantar y fueron derrotados. En los ’60 hubo otra ola de disidencia. A la que se le dio un nombre. La clase especializada la llamó “la crisis de la democracia.” En los ’60 se consideraba que la democracia estaba entrando en crisis. La crisis era que grandes segmentos de la población se estaban organizando activamente e intentaban participar en la arena política. En este punto volvemos a los dos conceptos de democracia. De acuerdo a la definición del diccionario, esto es un avance democrático. Mientras que de acuerdo a la concepción predominante es un problema, una crisis a superar. La población debe ser conducida nuevamente a la apatía, obediencia y pasividad que es su estado apropiado. Por lo tanto hay que hacer algo para superar la crisis. Se han hecho muchos esfuerzos para lograrlo. Más bien en vano. Afortunadamente, la crisis de la democracia está vivita y coleando, aunque no muy efectiva a la hora de cambiar políticas. Pero al contrario de lo que muchos creen, sí lo es a la hora de hacer cambiar opiniones. Se han hecho grandes esfuerzos desde los ’60 para tratar de revertir y superar este flagelo. De hecho uno de sus aspectos posee una denominación técnica. Se lo llama el “Síndrome de Vietnam.” Expresión surgida en los ’70 que fuera ocasionalmente definida. Norman Podhoretz, intelectual pro Reagan, la definió como “las débiles y enfermizas inhibiciones contra el uso de la fuerza militar.” Existieron estas inhibiciones contra la violencia en gran número de personas. El público simplemente no comprendía por qué teníamos que ir torturando y matando gente, o bombardeándolos. Es muy peligroso que estas inhibiciones prendan en la población ya que, como Göebbels lo entendió, entonces hay un límite a las aventuras foráneas. Es necesario como lo señalara el otro día el Washington Post, más bien con orgullo, “infundir respeto por las virtudes marciales”. Eso es importante. Si lo que se quiere es tener una sociedad violenta que vaya por el mundo usando la fuerza para lograr las metas de su elite doméstica, hace falta tener una apreciación apropiada de las virtudes marciales y nada de esas inhibiciones débiles y enfermizas sobre el uso de la violencia. Eso es el Síndrome de Vietnam. Es necesario superarlo.


La representación como realidad

También es necesario falsificar totalmente la historia. Esa es otra manera de superar esas inhibiciones enfermizas, hacer parecer que cuando atacamos y destruimos a alguien en realidad nos estamos defendiendo y protegiendo de agresores y monstruos mayores. Desde la guerra de Vietnam ha habido enormes esfuerzos para reconstruir la historia. Mucha gente comenzó a entender lo que en verdad sucedía. Incluyendo a muchos soldados y a numerosos jóvenes involucrados en movimientos pacíficos y otros por el estilo. Eso no estaba bien. Se hacía necesario reacomodar esos malos pensamientos y restaurar alguna forma de sanidad, es decir, el reconocimiento de que cualquier cosa que hagamos es una acción noble y es lo correcto. Si bombardeamos Vietnam del Sur, es porque estamos defendiendo a Vietnam del Sur de alguien, a saber, de los vietnamitas del sur, pues nadie aparte de ellos están allí. Es lo que los intelectuales de Kennedy llamaron “la defensa contra la agresión internacional en Vietnam del Sur.” Esa es la expresión utilizada por Adlai Stevenson. Era necesario hacer de esto el cuadro oficial y hacerlo entender bien. Y esto dio los resultados esperados. Cuando se tiene un control total de los medios, del sistema educativo y los académicos son conformistas, eso puede hacerse entender perfectamente. Un indicador de eso se revela en un estudio realizado en la Universidad de Massachusetts sobre la actitud hacia la actual crisis del Golfo –un estudio de las creencias y las actitudes al mirar televisión. Una de las preguntas que se hacían en el estudio era: “¿Cuántas bajas vietnamitas consideraría que hubo durante la guerra de Vietnam?” La respuesta promedio de parte de los norteamericanos hoy es alrededor de 100.000. La cifra oficial es de aproximadamente dos millones. La cifra real probablemente asciende a entre tres y cuatro millones. Los que llevaron a cabo el estudio se preguntaron acertadamente: ¿Qué pensaríamos de la cultura política en Alemania si a la gente se le preguntara cuántos judíos murieron en el Holocausto y respondieran cerca de 300.000? ¿Qué nos diría eso de la cultura política de los alemanes? A la pregunta la dejan sin respuesta. Pero ésta puede ser rastreada. ¿Qué nos dice sobre nuestra cultura? Nos dice bastante. Es necesario superar las enfermizas inhibiciones contra el uso de la fuerza militar y otras desviaciones democráticas. En este caso en particular se pudo. Esto es cierto en cualquier tema. Tómese cualquier otro tema que se desee: Medio Oriente, el terrorismo internacional, América Central, el que fuere; el cuadro mundial que se le presenta al público no guarda la más remota relación con la realidad. La verdad del asunto esta enterrada bajo torres y torres de mentiras. Ha sido todo un éxito espectacular desde esta perspectiva al desalentar la amenaza de la democracia, logrado bajo condiciones de libertad, lo que es sumamente interesante. No sucede como en un estado totalitario, donde se lo hace a la fuerza. Estos logros se obtienen bajo condiciones de libertad. Si queremos entender nuestra sociedad, debemos pensar en estos hechos. Son hechos importantes para aquellos a quienes les importa en qué clase de sociedad vivimos.


Cultura disidente

A pesar de todo, la cultura disidente ha sobrevivido. Ha crecido mucho desde los ’60. En esa época, esta cultura disidente se desarrollaba en forma lenta. No hubo protestas contra la guerra de Indochina hasta años después de comenzados los bombardeos norteamericanos en Vietnam del Sur. Surgió como un movimiento pequeño, conformado en su mayoría por estudiantes y jóvenes. Hacia los ’70 esto había cambiado considerablemente. Surgieron y crecieron grandes movimientos populares: Los movimientos ecologistas, feministas, antinucleares y otros. En los ’80 hubo una expansión aún mayor hacia los movimientos solidarios, lo que es muy nuevo e importante en la historia de la disidencia norteamericana y tal vez mundial. Hubo movimientos que no sólo protestaban sino que se involucraban, con frecuencia íntimamente, en la vida de quienes sufrían alrededor del mundo. Han aprendido muchas cosas de esto y tuvo un efecto civilizador importante en las principales corrientes del país. Todo esto ha marcado una gran diferencia. Cualquiera que haya participado en este tipo de actividad durante algunos años sabe de qué se trata. Yo mismo sé que las charlas que doy en las partes más reaccionarias del país –Georgia central, Kentucky del este- son charlas que no podría haber dado durante el apogeo de los movimientos de paz a las audiencias más activas de estos mismos movimientos. Ahora pueden darse en cualquier lado. La gente puede estar o no de acuerdo, pero al menos comprenden de qué habla uno y existe una especie de base común a la que apuntar.
Todos estos son signos del efecto civilizador, a pesar de la propaganda y de los esfuerzos por controlar el pensamiento y fabricar consenso. Hoy la gente está adquiriendo la capacidad y la voluntad de pensar bien las cosas. El escepticismo sobre el poder ha crecido y las actitudes hacia muchos asuntos han cambiado. Es un proceso algo lento, lentísimo tal vez, pero palpable e importante. Si es lo suficientemente rápido para marcar una diferencia significativa en lo que pasa en el mundo es otra cuestión. Tómese un ejemplo conocido: la famosa brecha entre géneros. En los ’60, hombres y mujeres tenían actitudes prácticamente iguales hacia asuntos tales como las “virtudes marciales” o las inhibiciones enfermizas contra el uso de la fuerza militar. Nadie, hombre o mujer, padecía esas enfermizas inhibiciones a comienzo de los ’60. Todos reaccionaban del mismo modo. Nadie pensaba que el uso de la violencia para oprimir pueblos en el exterior estuviera mal. Con el paso de los años esto fue cambiando. Las inhibiciones enfermizas se han incrementado en todas partes. Pero mientras tanto se ha formado una brecha, y actualmente esta brecha es sustancial. De acuerdo a las encuestas es de alrededor del 25 %. ¿Qué sucedió? Lo que pasó es que hay alguna forma de movimiento popular al menos semiorganizado en el que las mujeres se han involucrado: el movimiento feminista. La organización tiene sus efectos. Significa que uno descubre que no está solo. Hay otros que comparten los mismos puntos de vista. Uno puede reforzar sus opiniones y aprender más sobre lo que se piensa y se cree. Este tipo de movimientos son muy informales, no como organizaciones de las que se necesita ser miembro, simplemente un estado de ánimo que involucra la interacción entre las personas. Tiene un efecto notable. Y ese es el peligro de la democracia: si las organizaciones pueden desarrollarse, si la gente no se queda pegada frente a la televisión, a uno pueden venirle todas estas ideas raras, como las inhibiciones enfermizas contra el uso de la fuerza militar. Eso es lo que hay que superar, pero aun no ha sido posible.


Desfile de enemigos

En vez de hablar de la última guerra, permítanme hacerlo acerca de la que vendrá, ya que a veces es más útil estar preparado antes que reaccionar. Existe hoy en Estados Unidos un desarrollo muy particular. No es éste el primer país del mundo en el que esto sucede. Cada vez hay más problemas internos sociales y económicos, en realidad, quizá más que problemas, catástrofes. Nadie en el poder tiene intención alguna de hacer algo al respecto. Si se presta atención a los programas domésticos de los gobiernos de los diez años últimos (incluyo aquí a la oposición demócrata) no hay propuestas serias sobre qué hacer con la gran cantidad de problemas graves: salud, educación, vivienda, desocupación, aumento de la delincuencia, cárceles, deterioro en las ciudades del interior. Todos sabemos de qué se trata, y que son cada vez más graves. Sólo en los dos primeros años de George Bush en el poder tres millones de chicos cruzaron la línea de pobreza, se incrementa la deuda, cae el nivel educativo, los sueldos reales volvieron aproximadamente al nivel de fines de los ’50 para la mayoría de la población, y nadie está haciendo algo al respecto. En tales circunstancias hay que distraer al rebaño confundido, porque si empiezan a notar esto puede que no les guste, ya que ellos son los perjudicados. No alcanza con ponerlos a ver el Superbowl y comedias de situación. Hay que alentarles el miedo a los enemigos. En los ’30 Hitler alentó en la población el miedo a los judíos y a los gitanos. Había que destruirlos para defenderse de ellos. También nosotros tenemos nuestra manera de hacerlo. Durante la última década, cada uno o dos años, se inventa algún demonio del cual tenemos que defendernos. Siempre solía haber uno disponible: los rusos. Uno siempre puede defenderse de los rusos, pero están perdiendo su atractivo como enemigos. Y cada vez es más y más difícil utilizarlos, entonces hay que inventar otros nuevos. En realidad, la gente ha sido bastante injusta con George Bush por no haber podido expresar o articular lo que verdaderamente nos impulsa en estos momentos. Eso es muy injusto. A mediados del primer lustro de los ’80, cuando uno dormía, todos tocaban la misma canción: Se vienen los rusos. Pero él ya no dispone de ellos y tiene que inventar otros, al igual que el aparato de relaciones públicas de Reagan en los ’80. Entonces vino el terrorismo internacional, el narcotráfico, los árabes locos, y Saddam Hussein, el nuevo Hitler, que va a conquistar el mundo. Tienen que continuar surgiendo uno tras otro. Hay que asustar, aterrorizar, e intimidar a la población para que tengan demasiado miedo para viajar y se acurruquen atemorizados. Entonces se obtiene una magnífica victoria en Grenada, Panamá, o ante cualquier otro ejército indefenso del Tercer Mundo que pueda ser pulverizado antes de poder verlos, que es lo que realmente sucedió. Eso brinda tranquilidad. Hemos sido salvados en el último minuto. Esa es una de las maneras en que se puede mantener al rebaño confundido sin que presten atención a lo que realmente sucede a su alrededor, mantenerlos distraídos y controlados. El próximo, muy probablemente, será Cuba. Para eso se requerirá que continúe la guerra económica ilegal, quizá también que se siga adelante con extraordinarias acciones terroristas internacionales. La mayor operación de terrorismo internacional organizada hasta hoy ha sido la Operación Mangosta del gobierno de Kennedy, y todo lo que vino después, contra Cuba. No ha habido nada ni siquiera comparable a ello excepto tal vez la guerra contra Nicaragua, si se llama a eso terrorismo. La Corte Mundial la clasificó como algo más bien parecido a la agresión. Siempre existe una ofensiva ideológica que construye un monstruo quimérico, y luego sigue la campaña para aplastarlo. No se puede entrar si ellos pueden defenderse. Eso es demasiado peligroso. Pero si se puede asegurar que es posible aplastarlos, tal vez los sacamos de combate y volvemos a respirar aliviados.
Esto ha venido sucediendo durante mucho tiempo. En mayo de 1986, aparecieron las memorias de Armando Valladares, prisionero cubano que fuera liberado. Enseguida se convirtieron en un suceso mediático. Les brindaré un par de citas. Los medios definieron sus revelaciones como “el relato definitivo del vasto sistema de tortura y encarcelamiento por medio del cual Castro castiga y elimina la oposición política. Un relato inspirador e inolvidable de las prisiones bestiales, la tortura inhumana, y un documento de la violencia de estado impuesta por otro de los asesinos en masa de este siglo, de quien, gracias a este libro, al fin sabemos que ha creado un nuevo depotismo que ha institucionalizado la tortura como mecanismo de control social en el infierno que fue la Cuba en la que vivió Valladares.” Esto es del Washington Post y el New York Times en idénticas críticas. Castro es descripto como “un dictador criminal, cuyas atrocidades fueron reveladas en este libro de manera tan concluyente que sólo los intelectuales occidentales más delirantes y de sangre más fría saldrán en defensa del tirano.” Washington Post. Recuérdese, este es el relato de lo que le sucedió a un solo hombre. Supongamos que es todo cierto. No nos planteemos interrogantes sobre qué le pasó al hombre que dice haber sido torturado. En una Ceremonia por el Día de los Derechos Humanos en la Casa Blanca, Ronald Reagan destacó su valentía al soportar el sadismo y los horrores de este sangriento tirano cubano. Luego se lo designó representante de Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, desde donde pudo prestar importantes servicios al defender los gobiernos de El Salvador y Guatemala de los cargos de realizar atrocidades tan masivas que cualquier cosa que él haya sufrido parecía insignificante. Así es como están las cosas.


Percepción selectiva

Esto sucedió en mayo de 1986. Es interesante, y dice algo sobre la fabricación de consenso. En el mismo mes, los miembros sobrevivientes del Grupo de Derechos Humanos de El Salvador (los líderes habían sido asesinados) fueron arrestados y torturados, incluyendo a Herbert Anaya, su director. Los enviaron a la cárcel La Esperanza. Mientras estaban presos continuaron con su trabajo de derechos humanos. Eran abogados y siguieron tomando denuncias. Había 432 presos en dicha cárcel. Pudieron obtener 430 denuncias firmadas en las que describían, bajo juramento, las torturas a las que fueran sometidos: tortura eléctrica y otras atrocidades, incluyendo, en un caso, la tortura por un militar norteamericano uniformado, a quien se describe detalladamente. Este es un testimonio extenso y exhaustivo, tal vez único por el detalle con el que se da cuenta de lo que sucede en una sala de torturas. Este informe de 160 páginas con los testimonios bajo juramento de los presos pudo ser sacado de la cárcel, lo mismo que un videocasete en donde se veía a la gente dando su testimonio en prisión sobre las torturas recibidas. Fue distribuido por Interfaith Task Force del Condado de Marin. La prensa nacional rehusó cubrir la historia. Las cadenas de televisión rehusaron pasar el video. Sólo apareció un artículo en el diario local del Condado de Marin, el San Francisco Examiner, y creo que eso es todo. Nadie más tocaría el tema. Para entonces aparecieron unos cuantos “intelectuales de occidente delirantes y de sangre fría” elogiando a José Napoleón Duarte y a Ronald Reagan. Anaya no recibió ningún homenaje en el Día de los Derechos Humanos. Tampoco fue designado para ningún cargo. Fue liberado en un intercambio de prisioneros y luego asesinado, aparentemente por las fuerzas de seguridad apoyadas por Estados Unidos. Muy poca información apareció sobre este episodio. Los medios jamás se plantearon que si de haber expuesto las atrocidades, en vez de sentarse sobre ellas y silenciarlas, hubieran podido salvarle la vida.
Esto dice algo acerca de la manera en que funciona un sistema de fabricación de consenso bien aceitado. Al compararlas con las revelaciones de Herbert Anaya en El Salvador, las memorias de Valladares son un poroto junto a una montaña. Pero hay trabajo que hacer. Y eso nos lleva a la siguiente guerra. Seguramente, oiremos mucho más sobre esto, hasta que se lleve a cabo la próxima operación.
Algunos comentarios sobre la última guerra. Ahora sí aboquémonos a eso. Déjenme comenzar con el estudio realizado por la Universidad de Massachusetts que ya mencioné. Llega a varias conclusiones interesantes. En el mismo se le preguntaba a la gente si creía que Estados Unidos debería intervenir con la fuerza para revertir ocupaciones ilegales y serios abusos a los derechos humanos. Dos de cada tres personas pensaban que sí. Deberíamos usar la fuerza en casos de ocupaciones ilegales y serios abusos a los derechos humanos. Si Estados Unidos tiene que seguir ese consejo, deberíamos bombardear El Salvador, Guatemala, Indonesia, Damasco, Tel Aviv, Ciudad del Cabo, Turquía, Washington, y una enorme lista de otros estados. En todos estos casos existe ocupación ilegal, agresión y serios abusos a los derechos humanos. Si se conocen los hechos en toda esa gama de ejemplos, que no tenemos tiempo de repasar, sabrán muy bien que las atrocidades y la agresión por parte de Saddam Hussein cuadran muy bien dentro de ese abanico. No es el caso más extremo. ¿Por qué nadie llega a esa conclusión? La razón es que nadie sabe. En un sistema de propaganda que funcione bien, nadie sabría de lo que estoy hablando cuando doy esa lista de ejemplos. Si se presta atención, se verá que esos ejemplos son adecuados. Tómese uno que estuvo ominosamente cerca de ser percibido por estos días. En febrero, en medio de la campaña de bombardeo, el gobierno del Líbano le pidió a Israel que observara la Resolución 425 del Consejo de Seguridad de la ONU, que exigía la retirada inmediata e incondicional del Líbano. Dicha resolución data de 1978. Desde entonces ha habido dos resoluciones más exigiendo el retiro inmediato e incondicional de Israel del Líbano. Por supuesto que Israel no observa las resoluciones porque cuenta con el apoyo de Estados Unidos para mantener la ocupación. Mientras tanto, al sur del Líbano se vive aterrorizado. Hay grandes salas de torturas donde suceden cosas horrorosas. Se lo utiliza como base para atacar otras partes del Líbano. A lo largo de los últimos trece años el Líbano fue invadido, Beirut bombardeada, y más de 20.000 personas, el 80 % civiles, fueron asesinadas, se destruyeron hospitales y se impuso el terror, los saqueos y robos en general. Todo bien, Estados Unidos lo apoyó. Este es sólo un caso. Nada de esto apareció en los medios ni se produjo discusión alguna respecto de si Israel y Estados Unidos debían observar la Resolución 425 o cualquiera de las otras resoluciones, tampoco nadie exigió que se bombardeara Tel Aviv, aunque de acuerdo a los principios sostenidos por dos tercios de la población deberíamos hacerlo. Después de todo, se trata de una ocupación ilegal y de serios abusos a los derechos humanos. Este es sólo un caso. Hay otros mucho peores. La invasión de Indonesia a Timor del Este eliminó cerca de 200.000 personas. Los demás parecen insignificantes al lado de este, que fuera firmemente apoyado por Estados Unidos. Y todavía hoy cuenta con el apoyo de importantes diplomáticos y militares norteamericanos. Y podemos seguir continuamente.


La guerra del Golfo

Esto muestra cómo funciona un buen sistema de propaganda. La gente puede llegar a pensar que cuando agredimos a Irak y Kuwait es porque realmente seguimos nuestro principio de que la ocupación ilegal y los abusos a los derechos humanos deben enfrentarse con la fuerza. No ven lo que significaría que esos principios fuesen aplicados a la conducta de Estados Unidos. Ese es un éxito espectacular de la propaganda.
Echémosle un vistazo a otro caso. Si se observa detenidamente la cobertura que se le da a la guerra desde agosto, se verá que hay un par de voces importantes ausentes. Por ejemplo, existe una oposición democrática iraquí, de hecho, muy valiente y bastante importante. Por supuesto que trabajan en el exilio ya que sería imposible sobrevivir en Irak. Están principalmente en Europa. Está conformada por banqueros, ingenieros, arquitectos y gente por el estilo. Son claros, tienen voz, hablan. En febrero, cuando Saddam Hussein era todavía socio en negocios y el amigo preferido de George Bush, vinieron a Washington, de acuerdo a fuentes de la oposición democrática iraquí, con un pedido de ayuda para sus demandas exigiendo una democracia parlamentaria en Irak. Fueron desairados por completo, porque a Estados Unidos no les interesaba. No se registró ninguna reacción oficial con respecto a esto. Desde agosto se viene haciendo más difícil ignorar su existencia. En ese mes nos pusimos en contra de Saddam Hussein después de haberlo favorecido por muchos años. Aquí estaba la oposición democrática iraquí que algo debería tener que decir sobre el asunto. Los pondría felices ver a Saddam Hussein diezmado y fuera del poder. Él asesinó a sus hermanos, torturó a sus hermanas, y los echó del país. Estuvieron luchando contra su tiranía durante todo el tiempo en el que Ronald Reagan y George Bush lo mimaban. ¿Y su voz? Demos una mirada a los medio nacionales y veamos cuanto puede encontrarse acerca de la oposición democrática iraquí desde agosto hasta marzo. Ni una palabra. No es que no hayan dicho nada. Han hecho declaraciones, propuestas, llamados y demandas. Si se los mira bien no se diferencian de aquellos que militan en los movimientos pacifistas norteamericanos. Están contra Saddam Hussein y se oponen a la guerra con Irak. No quieren ver a su país destruido. Lo que quieren es una solución pacífica, y sabían muy bien que ésta podía alcanzarse. Esa es la visión equivocada y por eso se los deja de lado. Nosotros no oímos una palabra sobre la oposición democrática iraquí. Si alguien quiere averiguar sobre ellos, que elija la prensa alemana o británica. No dicen mucho tampoco, pero están menos controlados que nosotros y algo publican.
Este es un logro espectacular de la propaganda. En primer lugar, que las voces de los demócratas iraquíes esté excluidas por completo, y en segundo lugar, que nadie se de cuenta de ello. Eso también es interesante. Se requiere una población profundamente adoctrinada para no percibir que no escuchamos las voces de la oposición democrática iraquí y no preguntarnos Por qué ni encontrar la respuesta obvia: porque los demócratas iraquíes tienen sus propias ideas. Están de acuerdo con el movimiento pacifista y entonces se quedan afuera.
Vayamos ahora a las razones para ir a la guerra. Algunas se brindaron. Las razones son: los agresores no pueden ser recompensados y la agresión debe ser repelida mediante el rápido recurso de la violencia. No es razón suficiente para ir a la guerra. No se ofrecieron otras razones. ¿Acaso puede esa ser razón para ir a la guerra? ¿Sostiene Estados Unidos esos principios, de que los agresores no pueden ser recompensados y la agresión debe ser repelida rápidamente mediante el recurso de la violencia? No voy a insultar su inteligencia repasando los hechos, pero lo cierto es que dichos argumentos pueden ser refutados en dos minutos por un adolescente escolarizado. Sin embargo, nadie los refutó. Fíjense en los medios, en los críticos y comentaristas liberales, en la gente que testificó en el Congreso y vean si alguien cuestionó la sospecha de que Estados Unidos se opone a esos principios. ¿Se opuso Estados Unidos a su propia agresión en Panamá e insistió en bombardear Washington para repelerla? Cuando en 1969 se declaró ilegal la ocupación sudafricana a Namibia, ¿impuso Estados Unidos algún tipo de sanción en los alimentos y los medicamentos? ¿Fue acaso a la guerra? ¿Bombardeó Ciudad del Cabo? No, tomó veinte años de “tranquila diplomacia.” No fueron veinte años lindos esos. Sólo en los años de las administraciones Reagan-Bush, Sudáfrica asesinó alrededor de un millón y medio de personas en los países de la región. Olvidemos lo que estuvo pasando entre Sudáfrica y Namibia. De algún modo eso no lastima nuestras almas sensibles. Se siguió con la “tranquila diplomacia” para terminar recompensando a los agresores. Se les dio el puerto más importante de Namibia y numerosísimas ventajas que tenían en cuenta sus intereses de seguridad. ¿Dónde quedó ese principio que sosteníamos? Nuevamente, sería un juego de niños demostrar que esas no habían sido las razones para ir a la guerra, simplemente porque no sostenemos esos principios. Pero nadie lo hizo –eso es lo importante. Y nadie se molestó en sacar la conclusión que se desprende: no se ofreció ninguna razón por la cual ir a la guerra. Ninguna. Ninguna razón que no pudiera ser refutada en dos minutos por un adolescente escolarizado. Debería asustarnos de ser tan profundamente totalitarios que nos puedan llevar a la guerra sin que se nos dé una razón para ello y sin que nadie se de cuenta o le importe. Es un hecho sumamente llamativo.
A mediados de enero, justo antes de que comenzaran los bombardeos, una importante encuesta realizada por Washington Post-ABC reveló datos muy interesantes. Se le preguntó a la gente: “Si Irak aceptara retirarse de Kuwait a cambio de que el Consejo de Seguridad considere el conflicto del problema Árabe-Isrealí, ¿estaría a favor de esto?” Cerca de dos tercios de la población respondió que sí. Como lo hubiera hecho el resto del mundo, incluyendo a la oposición democrática Iraquí. Entonces, dos tercios de los norteamericanos estaban a favor de eso. Seguramente, cada una de esas personas creería ser la única en pensar de ese modo. Y claro que nadie de la prensa había dicho que sería una buena idea. Las órdenes de Washington fueron que se suponía que debíamos estar contra cualquier tipo de vinculación, es decir, la diplomacia, y por lo tanto todos marchaban a paso de ganso y todos se oponían a la diplomacia. Inténtese encontrar algún comentario en la prensa, apenas una columna de Alex Cockburn en Los Angeles Times, que sostenía que sería una buena idea. La gente que respondía a esa pregunta creía que estaba sola, pero eso es lo que yo pienso. Supongamos que sabían que no estaban solos, que otra gente pensaba igual, como la oposición democrática iraquí. Supongamos que sabían que esto no era hipotético, que Irak hubiera hecho exactamente esa propuesta. Ocho o diez días antes lo habían admitido importantes funcionarios de Estados Unidos. El 2 de enero, estos funcionarios habían admitido una oferta iraquí de retirarse por completo de Kuwait a cambio de que el Consejo de Seguridad considerase el conflicto Árabe-Isrealí y el problema de las armas de destrucción masiva. Estados Unidos estuvo rehusándose a estas negociaciones desde mucho antes de la invasión a Kuwait. Supongamos que la gente hubiera sabido con certeza que la oferta estaba sobre la mesa y que tenía un amplio apoyo y que eso era exactamente lo que cualquier persona racional interesada en la paz haría, como lo hacemos en otros casos, en los raros casos en los que queremos revertir la agresión. Supongamos que se hubiese conocido. Cada uno puede hacer sus propias inferencias, pero yo estaría seguro de que esos dos tercios de población hubieran trepado al 98 %. Estos son los grandes éxitos de la propaganda. Tal vez, ninguna de las personas que respondió la encuesta supiese algo de lo que acabo de mencionar. La gente pensaba que estaba sola. Por lo tanto, podía procederse con la política de guerra sin oposición.
Se discutió mucho acerca de si las sanciones resultarían. Incluso apareció el jefe de la CIA a discutirlo. Sin embargo no se discutió algo más obvio: ¿Habían dado resultados las sanciones para entonces? La respuesta es sí, aparentemente; tal vez para fines de agosto, muy probablemente para fines de diciembre. Se hacía difícil idear alguna otra razón para las ofertas iraquíes de retirarse, que estaban autenticadas y en algunos casos dadas a conocer por altos funcionarios norteamericanos, quienes las describían como serias y negociables. Entonces la verdadera pregunta es: ¿Habían dado resultados las sanciones para entonces? ¿Había una salida? ¿Había una salida rápida bastante aceptable para la población en general, el mundo entero y la oposición democrática iraquí? Estas cuestiones jamás se discutieron, y es crucial para un sistema de propaganda que funcione bien que no sean discutidas. Esto habilita al presidente del Comité Nacional Republicano a decir, esta mañana, que de estar un Demócrata en el poder, Kuwait no hubiese sido liberado hoy. Puede decir eso sin que ningún Demócrata salga a decir que si fuera Presidente no sólo Kuwait no hubiera sido liberado hoy sino seis meses antes, porque existieron posibilidades que hubiera aprovechado y Kuwait hubiera sido liberado sin la matanza de miles de personas ni causando una catástrofe ecológica. Ningún Demócrata diría eso porque ningún Demócrata tomó esa posición. Salvo Henry Gonzalez y Barbara Boxer. Pero la cantidad de gente que tomó esa posición es tan minoritaria que es virtualmente inexistente. Dado que ningún político Demócrata diría eso, Clayton Yeutter es libre para hacer sus declaraciones.
Cuando los misiles Scud caían sobre Israel, nadie de la prensa lo aplaudió. Nuevamente, otro hecho interesante acerca de un sistema de propaganda que funciona bien. Podríamos preguntarnos, ¿por qué no? Después de todo, los argumentos de Saddam Hussein eran tan buenos como los de George Bush. ¿Cuáles eran, después de todo? Tomemos el ejemplo del Líbano. Saddam Hussein dice que no puede tolerar la ocupación. No puede dejar que Israel ocupe las Alturas del Golan y Jerusalem oriental, en oposición al unánime acuerdo del Consejo de Seguridad. No puede tolerar la ocupación. No puede tolerar la agresión. Israel ha estado ocupando el sur del Líbano durante trece años violando las resoluciones del Consejo de Seguridad rehusándose a obedecerlas. En el transcurso de ese periodo atacó todo el Líbano, y todavía bombardea gran parte de este país a voluntad. No puede tolerar eso. Puede haber leído el informe de Amnistía Internacional sobre las atrocidades de Israel en la Franja de Gaza. Su corazón está sangrando. No puede tolerarlo. Las sanciones no dan resultado, pues Estados Unidos las veta. Tampoco lo harán las negociaciones, ya que Estados Unidos las bloquea. ¿Qué queda sino la fuerza? Ha estado esperando por años. Trece años en el caso del Líbano, veinte en el caso de la Franja de Gaza. Uno ya ha escuchado este argumento. La única diferencia entre éste y el que uno ya escuchó es que Saddam Hussein podría verdaderamente decir que las sanciones y las negociaciones no pueden resultar porque Estados Unidos las bloquea. Pero George Bush no podría decir lo mismo, porque las sanciones aparentemente habían dado resultado, y había muchas razones para creer que las negociaciones darían sus frutos –salvo que él se negaba firmemente a llevarlas a cabo, diciendo explícitamente que no habría negociaciones por el momento. ¿Hubo alguien en la prensa que señalara esto? No, es una trivialidad. Nuevamente, es algo que un adolescente escolarizado podría entender en un minuto. Pero nadie lo señaló, ni un comentarista ni un editorialista. Eso, otra vez, es señal de una cultura totalitaria bien dirigida. Muestra cómo la fabricación de consenso está funcionando.
Un último comentario sobre esto. Podríamos dar muchos ejemplos, podrían surgir uno atrás del otro mintras se avanza. Tomemos la idea de que Saddam Hussein es un monstruo a punto de conquistar el mundo –algo que realmente se cree ampliamente en Estados Unidos. Es algo que fue siendo insuflado en la cabeza de la gente una y otra vez: Él está por quedarse con todo. Debemos detenerlo ahora. ¿Cómo es que logró tanto poder? Estamos hablando de un pequeño país del Tercer Mundo sin una base industrial. Durante ocho años, Irak ha estado en guerra con Irán. El irán post revolucionario. Esto ha diezmado a sus cuerpos de oficiales y a la mayoría de su fuerza militar. Irak tubo un poco de apoyo en esa guerra. Fue ayudado por la Unión Soviética, Estados Unidos, Europa, los países árabes y los productores árabes de petróleo. No pudo derrotar a Irán. Pero de repente está a punto de conquistar al mundo. ¿Hubo alguien que señalara esto? Lo principal es, este era un país tercermundista con un ejército de campesinos. Ahora se concede que hubo toneladas de desinformación sobre las fortificaciones, las armas químicas, etc. ¿Pero alguien señaló esto? No, nadie, casi nadie. Típico. Nótese que esto sucedió exactamente un año después de que se hiciera lo mismo con Manuel Noriega. Un matón de poca monta comparado con el amigo de George Bush Saddam Hussein o con otro amigos de Pekín o con George Bush mismo. Comparados con ellos, Manuel Noriega es un matón de poca monta. Malo, pero no un matón de clase mundial como los que nos gusta. Fue transformado en una criatura increíble. Nos iba a destruir, liderando a los narcotraficantes. Tuvimos que movernos con rapidez y aplastarlo, matando un par de cientos o tal vez mil personas, restaurando en el poder a la pequeña, tal vez el ocho por ciento, oligarquía blanca, y poniendo a oficiales militares norteamericanos a controlar el sistema político a todo nivel. Tuvimos que hacer todo esto porque, después de todo, teníamos que salvarnos o seríamos destruidos por este monstruo. Un año después, Saddam Hussein haría lo mismo. ¿Alguien lo señaló? ¿Alguien señaló qué había sucedido y por qué? Habrá que profundizar más para obtener eso.
Nótese que esto no es muy diferente de lo que la Comisión Creel hizo en 1916-17, cuando en seis meses logró transformar una población pacifista en una histéricamente beligerante, deseosa de destruir todo lo alemán para salvarnos de los Hunos que estaban mutilando bebés belgas. Puede que las técnicas hoy sean más sofisticadas, con la televisión y todo el dinero que se invierte en esto, pero es bastante tradicional. Pienso que el tema, para volver a mi comentario original, no es simplemente desinformación y la crisis del Golfo. Es algo mucho más amplio. Se trata de si queremos vivir en una sociedad libre o de si queremos vivir bajo lo que no es otra cosa que una forma de totalitarismo autoimpuesto, con el rebaño confundido marginado, dirigido a cualquier parte, aterrorizado, gritando eslóganes patrióticos, temiendo por sus vidas y admirando con pavor al líder que los salvó de la destrucción mientras las masas educadas marchan al frente a paso de ganso repitiendo los eslóganes que se supone deben repetir, la sociedad se deteriora en los hogares, terminamos sirviendo como un estado mercenario, esperando que otros nos vayan a pagar por aplastar al mundo. Esas son las opciones. Son las opciones que hay que enfrentar. Las respuestas a esas preguntas está en gran parte en las manos de la gente exactamente como usted y como yo.